Como respuesta a mi pequeña amenaza, mi revoltosa chiquilla me mordió el cuello. Sujeté sus manos por encima de su cabeza y sonreí juguetona.
—A este paso vas a obtener un castigo en vez de el premio— amenacé— ¿quieres eso?
—No, señora. Noa es una niña buena.
La besé con suavidad. Mi mano disfrutó del paseo por su blanca piel. Noa se esforzaba en mantenerla joven y suave para mí, como la de un bebé. Me deshice de su ropa y até sus manos con un pañuelo de seda que guardaba en el cajón de la mesilla de noche. Estaba a mi completa disposición, vulnerable, indefensa.
—Sé buena conmigo, mami — susurró en un tono que me hizo perder la razón. ¿Cómo podía ser tan adorable?
—Yo siempre soy buena, pequeña —respondí en el mismo tono— porque mami te quiere mucho y tú eres muy buena. Te quiero, princesa.
Miró hacia un lado avergonzada. No estaba acostumbrada a que demostrase verbalmente mi cariño. Esas palabras eran importantes, especiales. Mucho más que dichas por otra persona de este sucio mundo. Ella lo sabía. Decidí romper el momento de ternura con un pequeño lametón en el cuello. Mi pequeña respondió con un gemido a cada movimiento realizado por mi lengua juguetona que paseaba por su cuerpo a mi antojo.
—Más— suplicó.
—¿Más? —pregunté llevando mi dedo desde su pecho hasta su entrepierna pasando por el abdomen. Se estremeció. —¡Qué golosa estás hoy!
Hizo pucheros con ojos vidriosos a punto de llorar. Sonreí. Esa pequeña siempre sabía cómo manipularme a su antojo. Decidí complacerla sin torturarla más y llevé mi boca a su zona íntima. Gritó de placer mientras su cuerpo sufría pequeños espasmos. Mis dedos se introducieron uno a uno en su interior siguiendo el ritmo de mi lengua. Noa gritó mucho más fuerte mojando mi cara y dedos.
Dejé que descansase sobre mi pecho.
—Gracias, mami— suspiró con una sonrisa.
—Bueno, ha sido tu premio por ser buena. —contesté besando su frente. Cuando me di cuenta nos habíamos dormido abrazadas. La quería demasiado. La amo con mi alma.
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Mi oscuro secreto
RomanceTengo un secreto que nadie puede conocer. Sería el final de mi carrera, de mi vida, de mi sueño, del poder. A mis 25 años soy una importante cardióloga en un hospital de prestigio. Todo el mundo me respeta, porque no conocen mi secreto.