Feliz cumpleaños

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Por fin era el 20 de noviembre, día en el que mi princesa cumplía al fin 19 añitos. Aunque habíamos decidido hacer trampa y borrar el número uno de la tarta. Había preparado una fiesta para el noveno cumpleaños de mi bebé. Decoré la casa con globos de colores pastel, banderitas de papel con dibujos animados, sobretodo de Hello Kitty, su favorito, puse dos mesas en la sala de estar con manteles rosa salmón, platos de Mickey Mouse, vasos de  princesas Disney y un montón de aperitivos encima a pesar de que solo había invitado a cuatro personas: Dani, el papi de Mateo y Pablo, el papi de Sofía, con sus respectivos baby's. Eran buenos amigos nuestros que conocían, respetaban y compartían el tipo de vida que llevábamos.
Vi cómo Noa bajaba a saltitos las escaleras. Llevaba un vestido corto rosa pastel decorado con hilos blancos, una varita con una estrella en la punta que sujetaba con la mano derecha y unas alas de hada con mucha purpurina, descalza, como siempre.
—Cuidado, pequeña, no te vayas a caer. — Sonreí mientras extendía las manos hacia ella. Respondió saltando sobre mí y la cogí al vuelo. —Feliz cumpleaños, mi amor. —besé su frente— Te quiero.
—¡Te amo!— exclamó.
—¿Estás compitiendo con mamá? —amenacé con dulzura. En ese momento sonó el timbre y Noa se precipitó contra la puerta.
—¿Quién es? No abro a desconocidos.
Me derrití de amor cuando escuché su vocecita preguntando aquello. Eran los invitados, venían los cuatro juntos. Felicitaron todos a mi princesa y pasaron a la sala. Hablé con Dani y Pablo en la cocina mientras los niños jugaban por toda la casa. Me di cuenta de que mi amigo pelirrojo tenía sus ojos azules perdidos en el vacío.
—¿Qué ocurre, Dani? —preguntó el chico moreno de ojos castaños.
—Me han llamado marica pedófilo. —soltó de golpe como un caldero de agua fría en invierno.
—¿Soy una molestia para papá?—susurró una vocecilla mientras trataba de recuperarme del shock. "Mierda" pensé. Los niños estaban parados en la puerta con la mirada llena de dudas e incertidumbre. Se me rompió el corazón. Era injusto que tuviesen que pasar por esto. Pero Dani se levantó de la silla muy serio y alzó en brazos a Mateo sin dificultad. Físicamente el niño tenía 16 años, pesaba muy poco de lo delgado que estaba. Lo sentó en la encimera obligándolo a mirarle.
—Pon esos ojitos miel en mí ahora mismo y abre bien tus oídos. No has sido, eres, ni serás jamás una molestia para mí. Te amo. Más allá de las habladurías tontas de la gente. Eres mi bebé, lo mejor que me ha pasado ha sido tener el placer de cuidarte desde el fallecimiento de tus padres.
—Papi...— sollozó.
—Calla, mi niño. Hay mucha gente mala que va a querer herirnos. Pero tenemos que mantenernos juntos como la familia que somos.
Mateo asintió llorando sobre el hombro de Dani. Habían estado juntos durante once años, casi dos de ellos como pareja. Se querían mucho y siempre habían salido adelante. No hubo más dramas aquel día. Decidimos celebrar sin preocupaciones el cumpleaños de mi pequeña. No volvimos a hablar de cosas así delante de los niños. Finalmente el día terminó feliz.

Mi oscuro secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora