Aparecí por puerta con un peluche gigante y bombones. Era 14 de febrero y mi pequeña me esperaba en casa con la cena hecha. En la mesa me esperaba una tortilla de patatas con un aspecto peculiar.
—Es la primera que hago... Como sé que te gusta —susurró disculpándose cuando apareció por la puerta con una ensalada.
—Gracias, princesa. —la besé sonriendo. Después de la cena, que por cierto estaba más rico de lo que parecía, le enseñé el oso gigante y nos comimos los bombones entre risas y abrazos. Se sentó a horcajadas sobre mí en el sofá. Me mordió la unión del cuello con el hombro, presionando los puntos exactos para encenderme.
—¿Pequeña?
—Quiero jugar— protestó callando mis quejidos con un dulce beso. Sonreí con ternura. El trabajo no me dejaba casi tiempo para este tipo de juegos y los necesitaba.
—Hoy soy Noa—susurró besando mi cuello— ni pequeña— mordió mi lóbulo izquierdo— ni princesa. Sólo Noa. —volvió a atacar mis labios. —Cleo, te esfuerzas demasiado y me proteges tanto que ni piensas en ti. Así que hoy solo eres Cleo, mi novia.
Hacía muchísimo tiempo que no utilizaba mi nombre en privado.
Acepté su propuesta, me perdí en su piel. Acaricié todo su cuerpo aprovechando que la piel de ambas era suave, el roce era deliciosamente placentero. Nuestros cuerpos desnudos resbalaron enredados hasta la alfombra, dejando que la chimenea encendida calentase nuestros cuerpos. Aunque no era necesario porque el fuego que latía en nuestro interior era superior a todos los incendios del universo. Nos devoramos en silencio. En la habitación se oía el crepitar de las llamas, el chasquido de nuestros besos y los jadeos de nuestra boca. Nos consumimos con el fuego durmiéndonos abrazadas sobre el suelo.Me despertó el olor a café recién hecho. Noa también había preparado huevos fritos y bacon. Lo colocó sobre la mesita de café y cubrió mi cuerpo aún desnudo con una bata suave. Aquel día tenía turno de noche, así que podía permitirme el lujo de desayunar con mi pequeña. Aunque seguía con su ataque de madurez y me exigía que la tratase como a una adulta.
—Mañana volveré a tener nueve años— prometió con una sonrisa y un beso.
—Te quiero tengas la edad que tengas.
—Tonta. — Sus mejillas se sonrojaron mientras desviaba la mirada. Esta vez la tiré yo al suelo, enredando de nuevo nuestros cuerpos en un beso.
ESTÁS LEYENDO
Mi oscuro secreto
Roman d'amourTengo un secreto que nadie puede conocer. Sería el final de mi carrera, de mi vida, de mi sueño, del poder. A mis 25 años soy una importante cardióloga en un hospital de prestigio. Todo el mundo me respeta, porque no conocen mi secreto.