Las termas

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Antes de que se acabasen las últimas horas de aquel maravilloso fin de semana, fuimos a las termas. Encontramos una de ellas en un claro del bosque, estaba oculta por las ramas de los árboles que llegaban a tocar el suelo. Conocía aquel lugar gracias a la generosa propina que le había dado al dueño de la cabaña. Me aseguró que estaría vacía porque eran pocos los que conocían la existencia de aquellos baños naturales, además, estaban alejados de las turísticas situadas cerca de las cabañas. El tiempo se escurrió tan rápido como la cálida agua resbalaba por nuestra piel. Tuvimos que poner final a aquel maravilloso fin de semana y al mágico momento del baño. Estuvimos salpicándonos, saliendo al frío, volviendo a entrar, jugando como niñas. Noa era tan adorable y preciosa...
De camino a su casa el sol comenzó a ocultarse y paré el coche frente al mar en un mirador. Mi pequeña me miró con sus ojos brillantes y salió corriendo a estirar las piernas. Seguí al cuerpecito vestido de azul pastel. Abracé su espalda cuando la alcancé mientras besaba su mejilla.
-Gracias- susurró.
-Es un placer, princesita. Se hace tarde, ¿Vamos?
Asintió no muy convencida. No quería irse de mi lado.

Cuando llegamos a su casa ya era de noche. Le di un largo y cálido beso antes de que desapareciese por la puerta.

Mi oscuro secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora