Capítulo veinte

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La noche que pasaron fue maravillosa. Los besos que se dieron en el transcurso de la película hicieron que sus labios se hincharan. Harry obtuvo su primer marca en el cuello y la presumía como un trofeo, pero no pasó a mayores. En cuanto se fueron a la cama, Louis calló rendido ante las esencias de Morfeo, haber tocado por tanto tiempo había consumido sus energías.

Pareciera que el manto celeste se había puesto de su lado pues desde la ventana del cuarto del mayor podían observarse claramente varios luceros que acompañaban a la Luna. Centellaban en el cielo como si danzaran alegres ante la unión de aquellos dos. La respiración de Louis acompasaba a la de Harry y la tranquilidad del lugar musicalizaba la estadía del ojiverde en aquel cuarto. Se recargó en el pecho de Louis suavemente para no despertarlo. Desde allí admiraba los regalos del universo.

Miró a la luna sorprendiéndose de su belleza. En aquella noche en la cual su corazón retumbaba al ritmo de los corazones enamorados, aquel astro mágico podía llevarse el protagonismo de la noche, porque en el momento en el que Louis abriera los ojos, ni el brillo de la luna ni el reflejo del cielo en las cristalinas aguas del mar podría compararse con la belleza de aquellos zafiros.  

*

 

Harry caminó desde la casa de Louis hasta su casa marcando el paso justo como el corazón de Louis marcaba los segundos de su vida. De vez en cuando una sonrisa traviesa se asomaba en las comisuras de sus labios y luego se ensanchaba hasta llegar a curvar sus ojos. Tenía ganas de saltar y rodar en el pasto fresco de la mañana hasta poder saciar aquella felicidad que desbordaba de su cuerpo.

Cuando llegó a su casa, Anne estaba en la cocina preparando la comida. Le llegó el agradable olor del sazón de su madre y levantó la cabeza para que su nariz pudiera absorber por completo aquel aroma tal delicioso. Ella, al escuchar que alguien se dirigía hacia donde estaba, volteó automáticamente y luego sonrió. Recibió a su hijo con un abrazo y un beso en la frente.

-          Llegas justo a la hora exacta.

-          ¿Qué habrá de comer?- preguntó sobándose el estómago.

-          Vete a bañar y luego ya sabrás.

Harry viró los ojos sonriendo y dando saltitos por su casa. Era evidente lo feliz que estaba.  Subió a su cuarto y se metió al baño justo como lo había mandado su madre. Las gotas calientes que caían de la regadera  hacían que su felicidad se extendiera por su cuerpo. No podía creer lo que le estaba pasando. Días atrás se encontraba sufriendo porque Louis y él jamás serían nada más que mejores amigos y apenas ayer en la noche ellos…

 Se quedó bajo la regadera sonriéndole al shampoo y soltó una carcajada que llegó hasta los oídos de su madre. Cuando terminó salió del baño en boxers y buscó su pijama, no tenía sentido que se pusiera ropa limpia cuando no saldría a ningún lado y luego bajó a la cocina hambriento.

El día siguiente había quedado de salir con Louis al centro comercial así que luego de comer hizo sus deberes domésticos y leyó algunas cosas de la universidad pero se aburrió rápidamente y dejó los libros aparte. Se quitó la camisa y el pantalón que componían su pijama y se metió a la cama. Nunca le había gustado andar en casa con ropa, menos dormir con ella.

Fue hacia su cama estirándose y justo cuando apagó la lámpara de mesa recibió un mensaje. Abrió su celular y  sonrió automáticamente.

*Buenas noches, Hazz.

Suspiró metiéndose bien en la cama.

*Buenas noches, Boo.

 

Catching Feelings {AU Larry Stylinson} |Terminada| (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora