Lo sé, es raro. Y sé qué pensarán que estoy loco por eso.
Tal vez yo sea la única persona en el mundo que no los odia... y si, efectivamente hay una razón.
¿Qué, por qué elegí los lunes como mi día favorito de la semana?
Simple.
Todos los lunes voy a la cafetería del centro.
Y no es que sea el mejor lugar del mundo, pero si es la mejor cafetería de la región, aunque la mayoría de la gente prefiera ir a Starbucks del centro comercial, pero yo no.
No sé qué tiene ese lugar, pero hay algo en el que siempre me hace regresar.
Café americano y un muffin de chocolate es mi orden habitual, al igual que sentarme en la mesa 6 de la terraza, al exterior.
Ya no es casualidad que me encuentre de repente observando a una jovencita de brillante cabellera castaña que muy atenta lee un libro nuevo.
Porque sólo los lunes ella está ahí.
En esa mesa.
Mantiene el ceño ligeramente fruncido, en un adorable gesto de concentración que nadie en su sano juicio se atrevería a distraer.
Ella está en su mundo.
Y sin saberlo, se está adentrando poco a poco al mío.
Se ha vuelto parte de mi rutina venir, sentarme y mirarla hasta que se va.
Ni siquiera se su nombre y no estoy seguro de que alguna vez se haya percatado de mi existencia.
Seguramente no, ella ni siquiera me mira cuando paso a su lado.
Sólo soy un extraño más. Un extraño que casualmente siempre está sentado en la misma mesa el mismo día, al igual que ella.
No se por qué le doy tantas vueltas al asunto, no la culpo. Este lugar es acogedor, la vista es excepcional, ponen buena música, el café que sirven es delicioso y muchísimo más económico que en esa ridícula franquicia para hipsters que siempre está a reventar.
Eso me agrada de ella, es diferente.
Lee buenos libros. Se nota que es una chica tranquila. Y me gusta demasiado el color de su cabello.
Tal vez debería intentar hablarle, pero tengo miedo de que me rechace. Se ve tan serena... Y yo me siento como un acosador.
¿Pensara que la espío?
Eres ridículo Kim Jong .
Cuando dieron las 7 de la tarde, la castaña dejó dinero en la mesa, cerró su libro y se levantó. Pasó caminando a mi lado pero nunca volteó a verme, sin embargo, al salir dejó su aroma en el ambiente.
Olía a chocolate y a loción fresca, y no pude evitar seguirla con la mirada hasta que se perdió bajando las escaleras.
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