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Semanas después.
Era la clase de pociones, y como Slughorn estaba con ganas de tocarle los cojones a James —según palabras de éste mismo—, ahora tenía que hacer equipo con el Slytherin que menos pasaba; hubiera preferido mil veces limpiar la mierda de un dragón antes que hacer equipo con Snivellus.

—Potter, por favor, haz la increíble hazaña de sentarte y dejarme trabajar en paz.

—¿Y tú crees que te voy a hacer caso? Conociéndote seguro reportas que no he trabajado nada.

—O es eso, o que reporte que has arruinado mi mezcla.

—¿Podrías dejar de ser tan gilipollas hasta el término de esta clase? Estoy a nada de lanzarte un Avada.

—¿Y tú podrías dejar de ser tan estúpido? ¿Y qué esperas para lanzar el Avada? ¿Se te encogió la hombría?

—Hijo de puta. —Potter lo tomó de la camisa con fuerza, taladrándolo con los ojos.

—Mi madre no es puta; juntarte tanto con Black, te ha familiarizado la palabra.

Cuando James sacó la varita, el profesor los separó con un brusco movimiento donde Severus casi sale sacudido como muñeco de trapo; toda la clase había estado observando la tensión que exudaban esos dos, no podían estar ni media hora sin querer matarse.
Sirius tenía la mano sobre su varita, listo para ayudar a su amigo.

—¿No pueden trabajar en paz? ¡Por Merlín! Si no se calman, muchachos, tendré que anular sus notas de hoy.

Ambos apretaron los dientes y se zafaron del agarre del profesor, sin dejar de mirarse como si quisieran cruciarse con las miradas.

Todos volvieron a sus actividades, incluso Potter y Snape que mantenían una distancia exageradamente grande, como si se apestaran, ni siquiera sabían cómo era que se estaban sincronizando sin dirigirse la palabra; las partes de machaque y disección de plantas las estaba haciendo Potter, mientras que Snape mezclaba y medía los ingredientes.

Severus se dedicaba a dejarle los ingredientes que requerían ser picados o seleccionados delante de James, sin hablarse; pero la paciencia del castaño estaba llegando al límite, y no soportaba estar 'recibiendo órdenes' silenciosas del Slytherin; era una patada en el trasero a su orgullo, así que cuando Severus dejó la última ramita delante, sin pensarlo dos veces la tiró sobre la poción sin hacerle ningún retoque. Los ojos oscuros del azabache se abrieron cual platos y su cara pálida milagrosamente adquirió algo de color.

—¿¡Qué has hecho, animal!?

—¿No viste, Quejicus? Ahora seguro vas a quejarte con el profe...

—¡Has arruinado la poción!

—¿Por una mísera ramita que debía ser trozada en tres? Eres un puto exagerado—. James sabía que le estaba provocando en grande, Severus era muy cuidadoso con esas estupideces de las pociones.

Snape sacó su varita y la apuntó hacia su compañero de equipo, indignado e incrédulo de que su obra de arte haya sido arruinada por ese analfabeto de Gryffindor en asuntos de pociones.

—Lanza, Snivellus, estoy esperando —lo instó con una sonrisa socarrona.

Pero en vez de maldecirlo, lo que hizo fue tumbarle el caldero encima con el contenido sin finalizar, Potter se quedó tan absorto de la sorpresa que apenas y cayó en cuenta que su piel se estaba tornando tan amarilla como el sol por efecto de la poción.

—¡Maldito hijo de...!

—¿Qué ha sucedido? —inquirió Slughorn prestándoles atención nuevamente.

La Luz del Príncipe [Cancelada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora