Oscuridad en llamas

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Severus llegó a la sala común de Slytherin con un humor en exceso deprimente y pesado; tanto así que cualquiera que se cruzaba con él se alejaba como si se envenenara de solo tenerlo cerca.

Cuando llegó a su habitación, encontró a Evan leyendo algo sobre la cama de Nicholas; no le prestó atención y fue rápidamente a sacar su baúl de debajo de su cama. En su afán por encontrar aquello que había hecho para Lily en Navidad, sacó y tiró sobre el colchón como desquiciado las pocas cosas que tenía. Pero tratando con exceso cuidado un suéter de hilo negro, el cual tendió sobre su cama sin tirarlo como el restro de sus pertenencias.

Hasta que finalmente lo encontró; una especie de redoma roja llena de perfume que bautizó con el nombre de la pelirroja. La redoma era de un estilismo bastante agradable a la vista, y Snape se aseguró de que cuando fuera abierta, el contenido chispeara polvo mágico de la base.
Sus intenciones no eran ser alguna especie de perfumista en el futuro; empero, conocimiento extra nunca estaba de más y si era para Lily, mucho mejor. Durante navidad se había quedado en Hogwarts, como había hecho desde segundo año, y se dedicó minuciosamente a la elaboración de un perfume de lirios y fresas que si hubiera puesto a la venta, le hubiera dado una cuantiosa ganancia.

Luego guardó sus cosas, de nuevo tratando el dichoso suéter negro con un cuidado extraño para ser él; y cuando estuvo listo, salió prácticamente corriendo de su habitación rumbo al comedor; no estaba reparado del hecho de haber perdido, prácticamente, la carta de su amada Lily; pero no iba a darle el gusto a Black de deprimirse, además la chica le estaba esperando y no le gustaba hacerla esperar.

Malfoy estaba de pie en la escalera, disimuladamente, hasta que se cruzó con el azabache. Snape le saludó con un asentimiento, pero el rubio no lo dejó avanzar porque agarró su brazo con medida fuerza.

—Un momento. —Lucius lo observó con su típica mirada gélida.

—¿Sucede algo, prefecto?

—No me digas prefecto.

Los dedos del más alto acomodaron sin disimulo los cabellos oscuros detrás de las orejas de Snape y de paso aplanaron un par de mechones saltones en orden.

—Lucius.

—Severus.

Los ojos ónix se entrecerraron con desconfianza; nuevamente Malfoy estaba actuando extraño.

Siempre que iba a encontrarse con Lily, Lucius se ponía en un plan por demás estrafalario. Severus pensaba que ello se debía a que no aprobaba su amistad con una Gryffindor, menos si ésta era hija de muggles.

—¿Por qué sigues usando ese aceite de cabello barato? —inquirió el rubio con altivez.

—Me gusta como huele —mintió, aunque el aroma no estaba mal.

—No es excusa, opaca tu cabello.

Severus quiso sonreír. Malfoy no era un obsecionado con el cabello —no tanto— sino que adoraba lucir bien y elegante; y criticaba a quien no lo era.

—¿Vas a verte con esa... chica?

—Lucius, recuerdo que no estoy obligado a responder.

—¿Por qué no querrías responderme?

—Porque te llevo conociendo casi cinco años. Y hay algunas cosas que...

—Está bien, está bien —el rubio resopló masajeandose la entreceja.

Malfoy no era un chico con mucha paciencia, mucho menos amabilidad; pero se llevaba bien con Severus, a su manera. El menor era muy talentoso y estudioso; le había visto el potencial desde primer año y no dudó en considerarlo un prometedor candidato para servir en las filas del Señor Oscuro.

La Luz del Príncipe [Cancelada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora