Caros errores

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En la clase de pociones de esa semana, Remus y Severus habían hecho equipo, sin querer.

—Snape, ¿no estás nervioso? ¿Ni un poco? En dos días empieza la competición oficial y yo estoy muy nervioso por Evans, nuestra representante...

—No gano nada poniéndome nervioso, solo arruinar mi nota de hoy.

Los estudiantes extranjeros iban a entrar a clases junto a los demás estudiantes de Hogwarts, de sus grados convalidados, por supuesto; pero ello iba a ser luego del baile de bienvenida; mientras tanto, se instalaban en habitaciones dentro de las casas con las que les tocaba compartir. Para que se acoplen al sistema, al menos entre lo que duraban esas semanas en Hogwarts. Que los últimos días, viajarían a Castelobruxo.

—¿Cómo vas con matalobos? —dijo Severus, observando el caldero burbujeante.

—Como debería de ser... solo que estoy muy cansado...

—Debes dormir un poco más de lo que acostumbras. La adrenalina de tu transformación está siendo contrarrestada por la poción; pero ello merma también tus energías.

—Sí, no iré al baile de bienvenida. —Remus removió cuidadosamente el caldero—. La pasaré durmiendo.

—Es tu decisión. —Snape se alzó de hombros.

—¿Tú irás?

—Debo hacerlo. —Estiró la mueca, Severus no disfrutaba mucho de ir a esas celebraciones, ya había faltado al baile de Halloween de ese año, pero de ese, no podía "huir"—. Soy uno de los once participantes que representan a Hogwarts.

—Genial.

—No es genial, Lupin. —Severus polvoreó el caldero con una de las redomas.

Si había algo que Snape admitía en silencio, era que Remus no era un inútil en el campo de las pociones, no como el resto de su pandilla. Se podía trabajar con él.

—¿Por qué no?

—¿Por qué sí?

Lupin meditó por unos segundos.

—Porque siempre sirven trufas de chocolate bitter.

—Esa es una razón muy infantil.

—Pero al fin de cuentas, es una razón.

Fueron de los primeros en terminar la poción de esa clase, así que salieron ni bien Slughorn chequeó que estuviera correcto.

Se dirigieron a uno de los salones solitarios y ahí, en la privacidad, Severus sacó una redoma de matalobos para entregársela a Lupin.

—Ya sabes el horario de la dosis.

—Gracias, Snape.

—Lo hago porque también me beneficio de esto, no te la creas.

Remus sonrió, sabía que Severus era así, orgulloso y repelente ante cualquier nimiedad que pudiera dejar a la vista algún punto débil.

—Me voy adelantando, ya va a ser hora del almuerzo.

El Slytherin asintió secamente, antes de quedarse solo, en el frío salón. Optó por recostarse en una de las mesas polvoreadas y resopló estresado. Había intentado escribirle a su madre, pero al ella estar en un hospital muggle, comunicarse era demasiado difícil.
No sabía cómo, pero tenía que quedar entre los tres primeros, o todo estaría perdido...

—Interesante...

Severus se alertó al escuchar esa grave voz juvenil. La reconoció vagamente, por el acento, entonces quiso salir del salón antes de que el dueño de ésta entrara. Pero terminaron tropezándose el uno con el otro.

La Luz del Príncipe [Cancelada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora