Abraxas Malfoy no era un hombre al que le sobrara el tiempo, de hecho, atender asuntos que no le afectaran en lo absoluto, era de sus actividades más despreciadas. Pero como su hijo había hablado, pidiéndole un gran favor; literalmente, había postergado la hora del té para viajar a Hogwarts y escuchar al amigo de Lucius.
Sí lo conocía, había tratado con él varias veces dado que era el talentoso jovencito que le preparaba las pociones a algunos de sus socios.Además, era amigo de su hijo, y los Malfoy sabían seleccionar muy bien sus amistades.
Varias señoritas de Slytherin se asomaban curiosas desde las columnas por donde paseaba el elegante hombre. Como su hijo y todos los Malfoy, Abraxas era poseedor de un atractivo admirable y arrasador, que los años solo pulieron, como el vino; tanto así que aún en plena adultez y con su enorme anillo de casado en la mano derecha, seguía atrayendo las miradas de varias mujeres al pasear.
Las visitas de padres no eran comunes, de hecho eran escasas. Pero Abraxas era un Malfoy, y con eso, era suficiente.
El rubio de los cabellos platinados y simétricamente peinados hacia atrás, se paró frente a las mazmorras de su entrañable casa; sin pensarlo dos veces, respiró profundo, para poder recordar aquellos lejanos momentos en su amada casa de serpientes.
—Pureza de la sangre —pronunció Lucius, recientemente llegado a su lado antes de que la entrada a la sala común de las serpientes se abriera—. Buenas tardes, padre. Me alegra verte antes de Navidad.
—Que magnífica contraseña —dijo, mientras seguía a su hijo—, me alegra que los años no hayan mermado la elegancia de Slytherin.
—La mejor casa de Hogwarts.
—Sin duda.
Algunos chicos que platicaban en la sala común saludaron al mayor con unos respetables: "Buenas tardes, señor Malfoy"; que Abraxas correspondió sin mucho apresuro.
Lucius se acomodó la capa mientras guiaba a su padre hasta su habitación, donde estaba Severus, sentado en la cama del rubio, mirando al suelo. Cuando tocaron la puerta, el pálido chico prácticamente saltó, poniéndose de pie.
—Padre, ya conoces a Severus... —dijo Lucius con el tono un poco tenso, cosa que Abraxas notó al instante.
El azabache se inclinó levemente, antes de un cantarino: "Buenas tardes, señor Malfoy, es un honor nuevamente".
—Has crecido un poco, Severus —dijo el mayor—, quizás unos cinco centímetros —dijo con una sonrisa que ninguno de los menores supo descifrar si era malévola o amable—. Deberías practicar deporte, aún estás en la adolescencia.
—Padre —Lucius se puso al lado del menor de los tres—, Severus tiene algo que decirle.
Abraxas caminó lentamente hasta uno de los sillones de terciopelo acomodados en el centro izquierdo de la habitación.
—Le escucho, joven Snape.
—Señor Malfoy, quisiera expresarle, en primer lugar, que si la circunstancia no fuera tan crítica, no tendría la osadía de postrarme en este momento frente a usted y pedirle lo...
—Severus, directo al grano, por favor. Los Malfoy no acostumbramos a dar rodeos —Interrumpió el mayor.
—Necesito un préstamo, señor. Calculo... lo que valen doscientas pociones ilegales...
Abraxas alzó una ceja.
—¿Se puede saber, para qué, un adolescente de dieciséis, necesita un préstamo de esa índole?
Snape desvió la mirada hacia Lucius, no sabiendo si era prudente informarlo.
—Si vas a hacer cosas ilícitas, no me opondré si me convence la idea.
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La Luz del Príncipe [Cancelada]
FantasySirius Black tiene un plan para hacer que su hermano del alma, James, deje de estar tras las faldas de la señorita Evans. Sin embargo, un altercado en sus planes lo lleva al Bosque Prohibido que hace que empiece a ver a Snape con diferentes ojos. Pe...