Prólogo.

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   Avril tenía tan sólo quince años cuando su madre le dijo que se mudarían a Corea a causa de su trabajo. Cuando la jóven escuchó estas palabras por primera vez sintió que iba a morir. Para muchas personas ese sería un sueño cumplido, pero no era el caso de esta chica. Sus padres se habían divorciado hace recién dos meses y medio, obviamente su padre no iría con ellas. Más allá de todo lo que había pasado, la menor lo seguía amando. Después de todo, seguía siendo su padre.

  Anna, su madre, pensó que le vendrían bien nuevos aires, la noticia de la separación le había dolido mucho a su hija. Fue difícil para ella acostumbrarse a ni siquiera ver a sus padres en la misma casa.

  Sus notas bajaban notablemente y se distanció vastante de sus amigos. Pero intentaba comprender a su madre, a ella también le había dolido encontrar a su esposo con otra.

  Empezó a practicar baile y cantó más que nada como distracción, y sin darse cuenta, encontró una de sus más grandes pasiones, lo que más tarde, se volvería un sueño por cumplir.

  La pequeña amaba los idiomas extranjeros por alguna razón que hasta ella misma desconoce. Por lo que a su edad ya sabía hablar en inglés casi con total fluidez. El coreano no era justamente lo que pensaba estudiar después, ella pensaba algo más como el francés o algo más típico. Pero bueno, si quería entender, debía hacerlo. Su escritura le parecía sumamente complicada, al igual que la forma de leer. Con mucha práctica en cuestión de poco tiempo logró aprender lo básico.

  Sólo después de cuatro meses enterarse de su drástico cambio de vida, llegó a dicho país.

  Le era sumamente molesto no poder entender nada. Ni siquiera los carteles de las tiendas o calles. Por suerte algunos tenían su traducción en inglés, eso pudo ayudarla a aprender más fácilmente. Pero de todas formas le era difícil hablar con la gente.

  Pero para ella lo más difícil no era eso. El mayor problema que tenía en la cabeza era la escuela. ¿Acaso una adolecente latina pasaría desapersivida en tal lugar? Por supuesto que no. Mucho menos si son como Avril. La mayoría de las peleas que tenía con las chicas eran a causa de su físico. Tenia vastante cantidad de pechos y trasero. Hasta llegaron a llamarla "operada" y le diolió. Ella había tenido muchos desordenes alimenticios.

  Por otro lado, cabello marrón y lacio hasta la mitad de la espalda. Un pequeño mechón cortado a cada lado a la altura de sus pómulos. Delgada y simplemente demaciado desarrollada para su edad. Las chicas estaban celosas de ella, de algún modo. Si de por sí le costaría hacer amigas, esto le restaría.

  Hasta que un día apareció Choi Sook. Una chica delgada, con pocos pechos pero buenas curvas. Cabello castaño teñido y un sólo unos tres centímetros más alta que Avril. Sook era dos meses mayor que nuestra protagonista, pero estaban en la misma clase. Ella se acercó un día y la invitó a sentarse en la mesa con ella durante el almuerzo, ya que la latina estaba sola. Desde ese día comenzaron a juntarse cada vez más seguido, hasta que se hizo casi permanente. Sook también compartía su gusto por las lenguas extranjeras, sabía hablar en inglés al igual que su nueva amiga. Y así fue. Mediante esto le enseñó a hablar en coreano. Explicandole los tiempos, escrituras y todo lo necesario.

  Llegaron a tal punto que se volvieron las mejores amigas. Inseparables.

  Sook iba cada vez más seguido a casa de Avril. Se quedaba a comer y dormir, cosa que la madre de la latina valoró. Ambas familiares pasaban por un momento difícil y Anna pensó que le vendría bien alguien que ayude a su hija a olvidar por un momento. La quería tanto que hasta la hizo sentir como si fuera su hija. Y de igual modo, Avril sentía que había conocido a su hermana perdida.

  El tiempo pasó.

  Acabaron la secundaría juntas. Cuando las dos cumplieron los dieciocho años se mudaron juntas a un departamento, a solo unas calles de la casa de madre de Avril.

  Sook terminó sus estudios y comenzó a trabajar en una empresa. Le pagaban vastante como para mantenerse a sí misma y a su amiga.

  Pero eso no podía mantenerse para siempre. Avril tenía que conseguir algún trabajo.

  ¿Quién hubiera imaginado que por un accidente acabe trabajando con siete chicos ruidosos, locos y pervertidos?

  Esperen, aún no llegué a esa parte de la historia...

  

Una latina en BTS. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora