Carta número tres.

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Ya a pasado una semana desde que escribí la segunda carta

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Ya a pasado una semana desde que escribí la segunda carta. Lo sé es raro ya que escribí dos cartas en menos de dos días y ahora tardó, pero solo estoy esperando un momento indicado para poder escribir. No es que tengo un día en específico pensado, ni un horario ni nada, sólo estoy esperando que llegue la inspiración, si así se puede decir. No he estado muy de ánimo estos días.

En esta semana no a pasado nada muy interesante, igual no es que pasen muchas cosas interesantes. No es la gran cosa mi vida. Todo lo que hago se resume en estudiar, leer, escuchar musica y observar a Luka otra cosa interesante no me pasa. Suelo pensar que mi vida es como un libro, pero el libro es la historia de alguien más, donde yo solo soy parte de los extra, alguien con una historia sin sentido que nadie leería. Es extraño, pero así lo veo aveces. No tengo una gran aventura, no soy una gran heroína, no estoy viviendo el mejor verano de mi vida, no tengo grandes historias con amigos y ni mucho menos tengo una gran historia de amor que contar. Simplemente no tengo nada.

Estoy volviendo a casa, mis horas de estudio han acabado y mi habitación, un gran paquetes de galletas oreos, Travis y un gran repertorios de canciones de Queen me están esperando. Mis grandes planes de un miércoles por la tarde.

Al pasar por el café que esta en la esquina de casa el camarero, un joven de cabello largo y rubio claro, me saluda con una gran sonrisa. Como si me conociera de años. Yo no soy muy sociable que digamos, asi que sólo me limito a contestar con una media sonrisa y seguir mi camino ignorando al chico. No tengo intenciones de hablarle y ser su amiga, no soy buena para eso. Aunque de seguro solo quiso saludar por amabilidad y yo me creo  historias en mi cabeza. 

Llegó a casa y me encuentro con mi madre en la mesa escribiendo sin parar con su computadora y con una tasa de té al costado de está. Su cabello esta atado a una ajustada cola de caballo y lleva su clásico traje de color azul. Saludo a mi madre y está solo asiente con la cabeza, mientras me voy hacia la cocina por mis galletitas, en este momento estoy muriendo de hambre. Mi estómago esta como si una guerra entre dragones furiosos se desató en el, no exagero no he probado bocado alguno desde temprano, no sentía necesidad de comer, pero ahora estoy muy segura que si tengo necesidad de comer y mucha.

Excelente, no están mis galletas.

— ¿Has visto mis galletas? — Pregunto a mi madre. Esta sólo niega con la cabeza, no hace nada más que eso y sigue sin despegar su vista de la computadora. Tengo dudas si ha contestado mi pregunta o si ha hecho eso porque escribió algo mal en su trabajo. — ¿Puedes darme dinero? Y decirme donde queda un lugar para comprarlas por favor. — Digo lo último casi en susurro. Hace tiempo que no salgo de mi casa si no es para ir al colegio. He tenido todo lo que necesito aquí en mi casa y nunca me vi obligada a salir, hasta este momento.

— En mi cartera, saca de allí y aquí a la vuelta Katia, tu ya sabes. — Contesta levantando su vista de la computadora. — Ahora déjame concentrar por favor. Debo redactar un informe del último caso para mañana y aún no lo he terminado.

Cartas a un amor imposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora