CAPÍTULO 14

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Después de una larga noche intentando decorar algunos pastelillos, Blaine regresó a casa completamente feliz.
Pasaba momentos muy gratos con Kurt, eso sin duda le agradaba.
Sin embargo, no podía dejar de pensar en Stella.
¿Estará bien?

Algunos meses antes.

Blaine recién salía del lugar con la docena de Magdalenas mejor decoradas que había visto.
La lluvia había bajado un poco, en mal momento, ya que interrumpió al castaño en una de sus historias sobre sus clientes más locos.
No importaba tanto, en esos momentos debía apresurarse para llegar con Stella. Y si todo salía bien, volvería para agradecerle y escuchar el resto de la historia.

Blaine manejó unos minutos, las calles eran solitarias debido a la hora. Ella debía estar realmente molesta.

Cuando llegó a su hogar intentó poner la mejor sonrisa que podía, dejó sus llaves en la mesita junto a la puerta y comenzó a prender las luces del lugar conforme avanzaba.

Todo estaba en completo silencio, ¿Se había dormido?
 
El único lugar del departamento que no tuvo que encender fue su habitación, conforme se acercaba podía escuchar más ruido.
Miedo no es algo que debería sentir por su novia, pero no felicitarla antes de irse al trabajo y tardar más de cuatro horas, definitivamente algo iba a salir mal.

¿Stella? – Susurró Blaine fingiendo estar calmado.
Ella no respondió, había dejado de hacer lo que sea que hiciera. Estaba de espaldas a él, lo que aumentaba su miedo como en las películas de terror.

– ¿Cariño? – Volvió a hablar Blaine caminando para ver el rostro de la mujer.– ¿Qué estás haciendo?

– Creó que es obvio, Blaine–. Respondió sin hacer contacto visual.

– No lo entiendo–. Dijo Blaine, Stella había girado completamente hacia él mientras arrastraba una maleta enorme.

Hubo un silencio incómodo, donde Blaine sólo miraba la maleta. 

– Stella, lo siento–. Se disculpó de inmediato, mientras sentía como se formaba un nudo en su garganta.

– No puedo, Blaine–. La comunicación entre ellos no era su fuerte pero en momentos como esos ella debía decir algo más que cuatro palabras o su nombre.

– Puedo cambiar, lo sé. Sólo déjame demostrarlo–. Decía Blaine mientras su cuerpo temblaba.

– Adiós, Blaine–. Stella caminó hacia la puerta esquivando a Blaine quién la miraba estático y con ojos llorosos.

El sonido de la puerta cerrándose indicaba que después de cuatro años, finalmente estaba solo.
Blaine tomó asiento al borde de la cama y dejó caer la caja de Magdalenas al suelo. Permaneció un par de horas en esa posición, mirando la caja que le había costado su relación. ¡A quien engañaba!
No debía buscar culpable, así hubiera llegado antes, Stella se habría ido. Quizá no ese día pero lo habría hecho.

Recién comenzaba a conciliar el sueño cuando el despertador comenzó a sonar.
Había pasado toda la noche mirando el techo, se giró para mirar otro lado de la habitación y se topó con el armario vacío. Eso no lo haría sentirse mejor.

Prefirió levantarse de la cama dispuesto a buscar su móvil para reportarse como enfermo y no tener que explicar lo inolvidable que estuvo su noche.

Old Life, New Life.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora