XLV: Causa

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...


Alexia ojeó cada vez que, en aumento, su alrededor comenzaba a ser más desértico. Tétrico, y grisáceo con un cielo acompañado del mismo color. Sólo empañado, de los soldados del imperio Kou que enfilaban hacia adelante como los más prácticos. 

Entornó los ojos y, por consiguiente, los clavó en Kouen. 

Éste hizo lo mismo en cuanto se anonadó de que ella lo miraba; El pelirrojo sonrió con tranquilidad.

— ¿No te gusta esta visión, verdad?

— Soy más de ir por mi cuenta, en vez de con un ejército...— Musitó ella, arrogante. Se encogió de hombros, a medida que su caballo blanco galopaba— Como te dije, no esperes que luche para ti o para tu imperio. 

— Lo tengo en cuenta desde que me lo dijiste—Afirmó, serio. Junto con un deje cínico y orgulloso—. Aun así respeto tus ideales.

Interesada por tal confesión, Alexia alzó una ceja de forma predilecta.

— Oh...~. 

Sonriente se preguntó si realmente era verdad lo que decía. De todas maneras, no podía negar que ese Ren era algo diferente a cómo ella había imaginado.

Había visto que era una persona con ganas de información, y que a pesar de todo, le importaba la visión del mundo y de su familia. 

— ¿Sabes?— Habló el candidato a rey. Con su mirada al frente, severa y rigurosa, notó que la joven tenía toda su atención— Hay una supuesta leyenda sobre el calabozo más poderoso que haya existido. 

La serpiente, con curiosidad y astucia por lo que fuese a decir a continuación, lo observó de soslayo acompañado de una mueca maligna, como si él fuera a contar una gran historia.

Una historia que ella ya sabía.

— ¿Ah, sí?— Preguntó, haciéndose la inocente— ¿Cuál es? 

— Según suposiciones escritas, ese djinn no es exactamente un ayudante o un ser para poder conquistar— Explicó —. Por eso es más peligroso y destaca entre los que ya habían, debido a que no está considerado como algo que se pueda controlar. 

Porque demasiadas personas habían intentado tomar su laberinto, y todas—O la gran mayoría—, había perecido por su ingenuidad. 

Excepto una persona. 

— Sí, eso he oído...—Susurró ella—Supuestamente el Rey Salomón lo creó antes que todos, pero no con la intención de que los humanos llegásemos a utilizarlo. 

El hombre asintió lentamente, concienciado del conocimiento de su compañera de viaje. 

Quizá lo había leído en uno de sus libros que él le prestó, o ella lo había averiguado antiguamente por su propia cuenta. 

Mayoritariamente pensaba que era la segunda opción.

Kouen puso levemente sus ojos en la del tatuaje, atisbando una sonrisa astuta en ella. Entonces, entornó sus párpado por querer averiguar se más sobre la contraria.

— ¿Qué calabozo conquistaste tú exactamente, Alexia...?

— Vaya, ¿Lo quieres saber?— Contestó con completa malicia. Ojeó al del ropaje ostentoso, sagaz y traviesa— Puede que tengas suerte y lo veas...Sería una pena que te destrozase la sorpresa. 

Suspicaz por sus palabras, el de la barba alzó el mentón en reserva por la sonrisa repentina e inofensiva que ella le regaló. 

Con varias imágenes en mente, de nuevo incrustó su vista en el frente. 

La misteriosa conquistadora de laberintos | Magi (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora