XLI: Destino establecido

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...


Sintiendo un zarandeo en su hombro, siguió con los ojos cerrados. Fue leve, pero con toda la intención de hacerla despertar de golpe.

— Si no eres Ja'far, no puedes levantarme— Murmuró la ojidorada, somnolienta.

— ¿Por qué está durmiendo abrazada a su almohada cual gusano?— Señaló Kouha, con una risa burlona. 

— Eso es porque está acostumbrada a dormir con personas...En Sindria siempre dormía con gente, sobretodo con el magi Aladdin— Explicó una femenina, en un susurro— Venga, Alexia...Despierta por favor. 

Se escucharon varios pasos moviéndose en la habitación de la serpiente, pero sólo una persona intentaba hablar con ella.

— ¿Por qué no la ahogas con la almohada? Así seguro que se despierta.

— ¡No digas esas cosas, Judal-chan!

— Parece no querer despertarse...— Expresó el pelirrosado entre una pequeña risa— O un balde de agua fría... 

— ¡No seáis así!— Exclamó Kougyoku, con una mueca. 

La azabache arrugó la sábana; ¿A caso se creían que no los escuchaba? 

Los pasos siguieron escuchándose por toda la habitación. Algunos más lejanos, y otros como si se estuvieran aproximando a ella. 

Sintió un susurro en su oreja, por lo que abrió meramente sus párpados. 

— Tengo melocotones...

— Como me mientas, te mataré— Le respondió con una notoriedad tétrica a Judar, quien le había susurrado—. Con eso no se juega.

— Vamos, Alexia— Kouha, por un lado, la fue agarrando del pie para sacarla de la cama— ¡Levántate! 

La nombrada sonrió de medio lado, negando.

— Os llevaréis una gran y deslumbrante sorpresa si me destapáis~. 

Kougyoku, a sabiendas de lo que decía, se ruborizó de inmediato. 

— ¡No la saques!— Le advirtió a su hermano. 

— Me da igual que lleve poca ropa— Admitió el otro, en una sonrisa— La sacaré de todas maneras.

Alexia se incorporó un poco de su colchón, hinchando los codos en este. Miró al rosado, con una sonrisa pícara en ella.

— No duermo precisamente con poca ropa...

— ¿La coges tú de un lado y yo de otro?— Habló el mago oscuro, agarrando a la ojidorada por los brazos. 

El de negro sujetó los brazos de la ojidorada contra la cama, con maldad. A la primera seña, la levantarían como pudieran, no obstante, la del djinn subió la mirada hacia él, al verlo tan cerca.

— Esto es trampa, ladrón  — Recitó, astuta. 

Él alzó el mentón, altivo.

— Aquí no hay reglas.

A medida que los chicos intentaban sobrepasar su plan y sacarla de la cama, la pelirroja los miraba con nerviosismo sin ninguna idea de qué hacer para pararlos. 

Y pensó, que quizá había sido una mala idea traer al azabache y al pelirrosado a despertar a su amiga. 

La serpiente se dejaba hacer, con una sonrisa divertida en sus labios. Sabía que no acabaría bien, y era lo que esperaba. 

La misteriosa conquistadora de laberintos | Magi (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora