XLII: Viuda negra

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...


Vagó por el imperio en total serenidad, leyendo  con entretenimiento el libro que cierto pelirrojo le había entregado.

Kouha y Kougyoku estaban haciendo algo con sus subordinados, probablemente preparándose para la próxima guerra que se huele a kilómetros, por lo que ella vigilaba por dónde pisaba.

Sabía que estaba siendo observada, al igual que, de la misma manera, ella observaba a otros.

Sonrió de medio lado cuando atisbó por el rabillo del ojo a un mago de Al-Thamen, acechándola en una esquina.

«Y se creen que no los noto...» Pensó la azabache, juguetona.

Con una mueca arrogante, la serpiente entró al palacio.

Inocentemente se metió en la biblioteca que Kouen le había dicho que era tan prohibida, pero se había asegurado de entrar cuando le viniera en gana.

Buscó con sus orbes al de la barba, sin encontrarlo en ninguna parte.

— ¿A quién buscas? —Preguntó el mismo, justo detrás de una estantería.

Alexia sonrió, cínica.

— No te había visto...Sí que te escondes bien.

— Estaba ordenando los libros — Murmuró, con un gesto de reproche y seriedad—. Ya que cierta persona se ha dedicado a sacarlos todos por pura diversión.

Con una sonrisita pura, ella rió entre dientes.

— Me pregunto quién habrá sido...~ —Canturreó. Kouen suspiró, sólo para acercarse a ella.

— ¿Necesitas algo en especial?

— Sí — Dijo. Sacó el libro de su espalda y se lo puso en las manos, con unos ojos astutos —. Ya me lo he leído.

El príncipe observó la portada, para luego mirarla a los ojos.

— ¿Qué te ha parecido, entonces? —Preguntó, interesado por su respuesta. Después de todo, había tardado menos de lo que había imaginado.

— Me ha gustado, no te voy a decir que no... —Expresó, le dio la espalda y dio una pequeña vuelta, acercándose a la ventana para mirar por fuera — Tienes buen gusto, Kouen.

El susodicho esbozó una diminuta sonrisa de arrogancia.

Puso el libro en su sitio y cerró la puerta corrediza de su despacho, tras ello.

— ¿Y el libro que tenías la otra vez? — Al escucharlo, Alexia lo miró de reojo — Ese de la portada lila.

— ¿Qué, quieres que te lo deje como un intercambio? — Habló ella con mofa, cruzándose de brazos.

El de rojo se acercó a la joven, con su típica expresión de seriedad.

— No te voy a obligar si no quieres.

— Vale, pues no quiero~.

La serpiente lo examinó, retadora y traviesa. Dio unos pasos y se acarició el cabello, caminando hasta la puerta para marcharse.

Entretanto, el Ren la contemplaba circunspecto.

La misteriosa conquistadora de laberintos | Magi (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora