VIII: Estado inusual.

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...


La azabache bostezó, bebiendo el poco café caliente que quedaba. Pero su cabeza, sin poder remediarlo, cayó rendida a la mesa al instante.

— ¡Alexia-san! — Le gritó Morgiana.

Se levantó de golpe.

— ¡Estoy bien, estoy bien!—Exclamó. 

— ¿Has dormido bien esta noche?— Le preguntó la fanalis. La otra asintió, algo desganada— Pero tienes ojeras, Alexia-san...

Tenía ojeras porque aunque había dormido, no había descansado del todo. Y eso le suponía una molestia para ella. 

— ¿Quieres un poco de alcohol para despejarte?— Le preguntó Sinbad, acercándose poco a poco por detrás.

— ¡Sin, deja de intentar emborracharla!— Protestó el albino. 

La de ojos dorados se giró a él, sonriéndole de una forma demasiado oscura y sádica. Instantáneamente el de cabello lila retrocedió unos pasos, sintiendo el peligro que se cernía sobre él.

— Vuelve a repetirme esa pregunta y te dejo estéril, Rey narcisista de los siete mares. 

— Sin...— Murmuró Ja'far, mirándola con un poco de temor— Será mejor que la dejes tranquila. 

El nombrado asintió, como si le fuera la vida en ello. 

La chica los ignoró y suspiró. Comenzó a dar pequeños golpecitos en la mesa, mirando hacia el techo. Al rato, se masajeó el cuello mientras charlaba con la pelirroja sobre un asunto que le impresionaba y dejó la taza en la mesa. Tras dar un último trago se levantó y observó a Alibaba, quien estaba de nuevo con una mueca triste. 

Antes de acercarse a él, ayudó a Ja'far a llevar algunos pergaminos a otro lugar y, al ver que en cuanto volvió él seguía en el mismo lugar, optó por acercarse al fin.

Le colocó una mano en el hombro, y él le miró al momento.

— Será mejor que entrenes un poco—Expresó, desperezándose con los brazos en alto— . Así te quitas el estrés y te vas preparando.

— ¿Preparando para qué?

— Por si ocurre cualquier cosa— Admitió, como si fuese lo más obvio del mundo. El rubio se enserió, sabiendo a lo que se refería. 

El de fuego asintió, y vio cómo la chica fue marchándose hacia adelante después de su conversación.

— ¡Alexia!— Gritó, provocando que la chica se girase— ¿¡Adónde vas!?

La susodicha sonrió. 

— Iré a ver a Aladdin y después daré una vuelta por la ciudad.

Y sin esperar otra respuesta, la misteriosa chica de la que tan poco habían oído hablar o conocían siguió el camino que había dicho, pasando el pasillo a la izquierda y abriendo la puerta donde reposaba el peliazul. 

La de ojos dorados se lo quedó observando con el mentón apoyado en sus manos, viendo cómo respiraba. 

Mentiría si dijera que ella no quería hacerlo despertar, como le provocó a Judar...Pero para bien o para mal, era un caso diferente. Y ese pequeño magi tenía que despertarse por su propia voluntad. 

Bueno, al menos confiaba en que tenía la fuerza suficiente para que lo hiciera.

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La misteriosa conquistadora de laberintos | Magi (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora