I/III: El desvío de la serpiente

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...


— ¡Alexia, ven aquí ahora mismo!

La niña rió, sin bajarse del árbol en el que se había subido. Desde arriba, su pequeña vista atisbaba a su abuela en el suelo, mirándola con desaprobación.

—  ¡No quiero!— Dijo sonriente— ¡Me gustan las vistas desde aquí!

— ¡Te acabarás haciendo daño y tu padre se enfadará, lo sabes!— Gritó.

Pero ni aquella amenaza la haría bajar de ahí, y menos dejar de observar la otra aldea más alejada que había de ahí.

Hasta que vio a aquella anciana de cabello grisáceo y ojos castaños, sacar un libro de detrás de ella.

Entonces, la azabache sí que puso interés inmediato.

— Te leeré el libro que tanto te gusta si bajas— Sonrió con esa portada lila en sus manos— . Vamos, Alexia.

Arrugando la nariz para dejar de mirar el paisaje, la susodicha miró a su familiar.

— Sólo si también me compras fruta.

— Enana caprichosa...— Susurró con gracia— ¡Está bien!

Como si nada, bajó con una sonrisa de orgullo en su rostro. Movió su cabeza con felicidad mientras veía a su abuela, alzando sus manos para que se lo diera.

— Ah, no— Rió la mayor, viendo el puchero de su nieta— . Antes tienes que ir a ver a tu padre.

— Bueno...— Refunfuñó la de ojos dorados, adelantándose en el prado hacia la casa que tenía delante.

La mujer bufó y negó varias veces ante ella, observando a aquella niña alejarse para llegar a su casa. Poco después, la siguió por detrás.

Sonrió al verla entrando por la puerta, en cuanto ella se giró a esperarla.

— Eres muy lenta— Se quejó.

— Soy una anciana, no te quejes.

Una vez la mayor llegó, acarició el cabello negro de su pequeña y la acompañó hasta la sala donde se encontraba su padre.

Éste, de cabello corto, se levantó de su asiento en cuanto la vio.

— Déjame adivinar...— Murmuró acercándose a su hija. Se cruzó de brazos, autoritario— ¿Estabas subiéndote en algún lugar, verdad?

— Sí~.

— Eres demasiado...Siempre igual— Suspiró.

— Odell, no seas duro con ella— Reprochó la mujer, con carácter— . Sabes que lo hará igualmente, le gustan las alturas.

— Lo sé, Dasha. No iba a decirle nada...Sé cómo de revoltosa es mi hija.

— Los melocotones— Pidió Alexia.

Su padre la miró de reojo, rendido por su pequeña. Señaló una mesa que tenían detrás y con una sonrisa, la niña se acercó a agarrarlos.

Los dos familiares se miraron entre si, cómplices.

— No sé de dónde habrá sacado esa faceta— Se burló la abuela. Odell hizo una mueca.

— Su madre era más tranquila, así que lo habrá sacado de ti.

— Ambos sabemos que no...— Rió Dasha. Ojeó por detrás del hombre a la azabache sentada en el suelo, comiendo— Veremos cuando se haga más mayor. Ahora sólo tiene siete años.

La misteriosa conquistadora de laberintos | Magi (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora