XXII: Recelo

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Pov Alexia


Con aquella sonrisa tan característica de él, fue dando pasos para acercarse a mi persona, alejándose del pomo de la puerta. 

Me mantuve a la espera de lo que hacía y sin moverme ni un milímetro, con media espalda apoyada en su escritorio. 

Sí que le gusta jugar sucio, sí...

— ¿Te gustaría decirme por qué a solas, Sin?—Remarqué, maligna. 

— No quería que nadie nos interrumpiera en este momento, me apetece estar sólo contigo—Murmuró, ladeando el cuello como si fuera alguien realmente encantador e hipnótico—. Además, ahora que nos hemos confiado esto... Me gustaría que te quedases un tiempo más aquí. 

Alcé una ceja, como si no hubiera escuchado bien.

— Déjame pensarlo...— Sonreí— No~. 

El mujeriego sonrió de medio lado, algo taimado. Una vez que su cuerpo se había puesto delante de mí, colocó ambas manos detrás de mi espalda, para ponerlas en su mesa. Así, se encontraba más cerca de lo que debería. 

Podía notarlo demasiado cerca de mí. 

Entorné los ojos, satírica. 

— ¿Te irás al imperio Kou?—Preguntó, observándome de arriba a abajo con una intensa mirada.

— Puede que sí, puede que no— Contesté, casi cantando—. Eso dependerá de lo que a mí me plazca hacer.

Él dobló su cuello para aproximarse más a mi rostro, entrecerrando los ojos con algo de perversidad en él. 

— Me gustaría pasar más tiempo contigo, Alexia...Quédate—Susurró.

Sonreí, sagaz.

— ¿Eso es lo que le dices a todas las chicas para conseguir lo que quieres? —Espeté, con una expresión divertida— Uh, Sin...Pero qué retorcido eres. 

El susodicho hizo una débil mueca astuta, con sus párpados más cerrados. Posteriormente, me miró directamente a los ojos.

— Creo que ambos lo somos, ¿O me equivoco?— Musitó— Una persona no hace lo que tú hiciste, si no es algo retorcido. 

— Es posible...Pero tenía mis razones. 

— Todos las tenemos, pero... ¿Sigues queriendo vengarte?— Preguntó. Noté cómo su mano pasó a mi espalda para atraerme más a él, y su otra restante la utilizó para acariciarme el cabello, esbozando una sonrisa coqueta. 

Fue acercándose poco a poco a mí, acortando la distancia en la que se dirigían nuestras bocas.

Acerqué mis manos a su pecho y las recorrí en una pequeña caricia hasta llegar a su cuello, donde enrollé mis dedos y, súbitamente, lo apreté con fuerza.

Me aproximé a su oreja, para susurrarle.

— Intenta manipularme otra vez, Sin... Y será lo último que hagas— Manifesté, apática—. Lo mismo ocurrirá si haces el amago de besarme. 

El de ojos ocre se quedó estático, sin decir una sola palabra; Sus ojos abiertos como platos y su mirada nerviosa lo decía todo. 

Ladeé mi cuello y lo miré con un poco de entretenimiento y malicia, guiñándole un ojo para dejarlo todavía más claro. 

Fui hasta la puerta, dejándolo a él en la misma posición. Pero en cuanto fui a abrir el pestillo para poder salir de ahí, nuevamente la voz de Sinbad provocó que me quedase unos segundos más.

La misteriosa conquistadora de laberintos | Magi (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora