CAPÍTULO CATORCE: LA REINA DE LOS CORAZONES (ROTOS).
Yusuki suspiró una vez más, contribuyendo a su acto de estar cansada de la atención. Su rostro descansaba sobre sus manos mientras sus codos se apoyaban sobre la superficie plana de su tocador. Por el reflejo del espejo que descansaba frente a ella, podía observar perfectamente a Ayato y Laito. Ninguno de los dos había cedido a dejarla sola en su habitación.
—¿Pueden dejarme en paz? —pidió por milésima vez. Su voz ya era monótona, conociendo la respuesta de antemano.
—No.
—Yo también puedo pelear —les recordó, estirando su mano para tomar un cepillo y comenzar a pasarlo por su largo cabello—. No necesito que estén todo el tiempo encima.
—Yusuki, hasta Kanato te gana en fuerza —se mofó Laito, robándole el cepillo de la mano y comenzando él a cepillarle el cabello. La pelirosa le disparó una mirada fea.
—Ustedes solo tienen más fuerza que yo porque son hijos de ese hombre —resopló la vampira, recuperando el cepillo de las manos de Laito, quien alzó las manos para señalarle que no iba a seguir discutiendo por la posesión del cepillo—. Esos vampiros de cuarta no tienen oportunidad contra mí, y bien lo saben. Puede que no sea hija del líder, pero mi sangre sigue siendo tan pura como la de ustedes.
—Mhmm, ¿puedo comprobarlo? —ronroneó Laito, ya colocando a un lado la cabellera rosada e hincándose tras ella. Una sonrisa estiró sus labios, y sus colmillos aparecieron antes que Yusuki siquiera tuviera tiempo de responder.
Ayato, quien había estado observando a través del reflejo del espejo, arrugó el gesto. Se levantó inmediatamente de su lugar sobre la cama, y se acercó a su hermano—. Definitivamente no harán eso mientras yo esté aquí.
El castaño se giró a su hermano, bufando por la nariz con fuerza y permitiendo que su seño mostrara su hastío—. Nadie te prohíbe irte, Ayato.
—Como si realmente fuera a dejar la vida de Yusuki en tus manos, Laito —negó Ayato—. Todos sabemos que desaparecería en cuestión de minutos.
Laito se separó de la pelirosa y se puso de pie. Se acercó a Ayato, cruzando los brazos y mirándolo con incredulidad—. ¿Realmente crees que podrías cuidar mejor de ella, hermano menor?
—Sabía que había una razón por la que Kanato es mi trillizo favorito —murmuró Yusuki desde su lugar, y se giró sobre su lugar para mirarlos—. Por favor, dejen de pelear por un minuto —rogó. Lo único que había sido una constante durante su estadía en su habitación eran las peleas entre ellos y sus pedidos para que la dejaran sola—. ¿No se aburren de siempre lo mismo? En serio, son peor que las chicas de la escuela que me llaman una perra sin motivo.
—¿Su motivo no será el que te ven con Ayato y al día siguiente con Laito y viceversa? —Shu apareció sobre la cama de Yusuki.
—No es de su incumbencia, ni de la tuya —remarcó Yusuki. Se levantó de su lugar para acercarse a su cama, y alzó las cejas frente al rubio que se estiraba en su cama y se acomodaba—. ¿No vas a explicar qué diablos haces aquí? Hasta dónde sé, no organicé una fiesta en mi habitación.
—Venía a pedirles que hagan silencio, pero luego recordé que tienes la cama más cómoda de la casa y decidí quedarme —contestó Shu, mientras acomodaba el par de almohadas rosas y negras para que no le fuera incómodo. Una vez que encontró una posición placentera, cerró los ojos.
—Estamos hablando de Laito y Ayato, ambos sabemos que no permanecerán ni dos minutos en silencio —soltó la vampira, mirando de reojo a los dos mencionados por sobre su hombro. Para sorpresa de nadie, ellos se encontraban fulminando a Shu con la mirada, pero el rubio no se percató, o más bien, simulaba no hacerlo—. Me temo que no podrás dormir nada aquí. Te recomiendo volver a tu habitación o--.
—Para eso tengo esto —Shu alzó su reproductor de música, abriendo un poco los ojos para solo mostrarle a Yusuki la burla que albergaban en ellos. Ella fue a protestar, pero el rubio se le adelantó y subió el volumen al máximo. Cuando observó que Yusuki ya no intentaría hablarle, cerró los ojos, y la pequeña sonrisa de victoria no pasó desapercibida por la chica.
Yusuki suspiró. Sabía que esa era la forma simulada de Shu de demostrar que también estaba preocupado por ella y que, a partir de ahora, sería otro de sus guardias personales. Y, a pesar que apreciaba el gesto y normalmente se hubiera burlado de ello, realmente hubiera deseado que no lo hubiera hecho.
Las discusiones en su recámara no cesaron ni por un segundo. Mientras tanto, los vampiros de los que debían de temer, se llevaron a la otra chica de la casa. Nadie se percató de aquello, demasiado ocupados con demostrar que tenían razón como para siquiera pensar al respecto.
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—Rayos —maldijo Ayato, lanzándose al sofá—. Chichinashi no está en ningún lado.
—¿En serio? ¿A dónde se habrá ido Bitch–chan? —se preguntó Laito mientras sostenía a Yusuki entre sus brazos. El trato hacia ella permanecía igual, solo que ahora Kanato se había sumado al juego de ser su guardia.
Kanato soltó un lloriqueó—. Tengo tanta sed.
—Subaru, ¿alguna idea? —inquirió Laito, girando hacia el peliblanco.
—¿Cómo podría saberlo yo?
Kanato apretó a Teddy, cubriendo su rostro con el peluche mientras miraba alrededor—. No puedo perdonar que nuestra comida actúe a su antojo.
—¿Dónde se habrá metido?
—Dejadla en paz —pidió Shu—. Ya regresará.
Yusuki rió—. ¿Acaso ella es un gato, Shu?
—Más vale que vuelva —murmuró Reiji.
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DEADLY CURSED; diabolik lovers.
FanfictionDIABOLIK LOVERS.| por favor, nunca dejes de mirarme así.