Capitulo quince: Presente.

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Hay amores que solo pueden vivir en tu corazón, no en tu vida. 

Bastian. 

Otra vez, el dolor esta atravesando todos mis huesos llegando más. Puedo estar tirado en el piso de mi habitación ya que mi gran cama me es una molestia en estos momentos, ahora estoy a un paso de un ataque de nervios si el dolor no se va tan rapido como he pensado. 

He estado tomando mis medicamentos, debería sentirme bien, ¿no? Pero no es así, los dolores son más a menudos y casi siempre son a la misma hora de la noche, haciendo que solo busque comodida en el piso de mi habitación. 

Lo bueno de vivir solo es que nadie puede escuchar ni un quejido de ti, lo bueno de mi vida es que nadie piensa realmente que me estoy muriendo por dentro y que solo vivo mi vida al limite con mujeres y drogas, a lo que he leído en revistas amarillistas. 

He tenido una costumbre desde que me entere de mi enfermedad, es que pensar en Alexis hace que mi dolor no sea tan duro ni tan largo, pensar en ella y los momentos que estuvimos juntos solo me hacen querer vivir por más tiempo. 

Mi desafio es hacer que ella me ame de nuevo, que no me odie y que por lo menos este en su corazón, por lo menos quisiera vivir mi vida junto a ella y ser felices y por un momento me engaño con esa triste historia de amor. 

Nunca sucedera nada de eso, pero no pierdo nada con intentarlo. 

Sé que el doctor tiene esperanza a que yo viva por más tiempo, sé que él mismo se engaña con eso. Papá lo hacía cuando se había enterado de su enfermedad. Yo nunca comprendo porque engañaba a mi madre hasta que supe lo que pasaba.

Papá se estaba muriendo, él quería a su mujer y amaba a sus hijos pero amaba a alguien más. Su primer amor que no podría olvidar, la madre de Alexis es la que entra aquí en este papel.

Cuando era joven y me enteré de ello, pensaba que papá era un idiota y no sabía valorar a mi madre pero luego al enterarme de lo que realmente pasaba, entendí porque mi madre hacia como que no veía nada de eso y porque la madre de Alexis hizo lo que hizo.

Ella igual perdió a alguien.

Y cada vez que pienso en eso, en como la enfermedad lo mato, ahora entiendo el porqué y las circunstancias.

Yo al igual que mi padre había heredado esa enfermedad. Había sido su único hijo que solo tenía cinco años de vida desde los 22 y ahora el reloj de arena se estaba agitando. Mi tiempo en la tierra se estaba esfumando y escapando entre mis dedos, no podría hacer nada para evitar mi final trágico.

Así que realmente me merecía esto, sufrir de esta manera y estar solo con mi enfermedad.

Espero que ella esté bien.

El teléfono suena, abro los ojos para recibir la oscuridad y soledad que me acompaña en estos momentos. Mis cortinas evitan que la luz del sol entre en mi habitación, ayudándome un poco.

Dejo que el teléfono suene, al tercer llamado es cuando me levanto y trato de encontrarlo en la evidente oscuridad.

¿Quién tiene tanta urgencia?

Cuando logró alcanzar el aparato este deja de sonar, ruedo los ojos porque realmente no quería pararme de la cama. No quiero salir de casa este día donde todos son alegres y donde yo solo puedo obtener miradas frías de la mujer que amo.

Me lo merezco, fui un imbécil. Sigo siendo uno.

— ¿Bueno? —digo levantando el aparato y llevándolo a mi oreja.

Lo que nunca te dije #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora