Capitulo veinte y cuatro: Presente.

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Sólo quédate junto a mí, aferrate a mí.

Alexis.

Mi madre me miraba fijamente, intentando intimidarme pero sólo me daba risa.

¿Ella creía que podría volver a controlarme?

Estoy harta de esto.

Dejo el cubierto en la mesa, la miro de vuelta con cierta frialdad sólo para que sepa que no me tiene nada contento aunque se que eso a ella no le interesa para nada.

Mi madre solía ser esta clase de persona, la clase en donde solo se fijaba que el chico trajera beneficios para ella y si cumplía su objetivo, esa persona la desechaba como si no valiera nada.

Yo siendo su hija sabía como iban las cosas, si me pasaba algo malo a ella no le importaba. Me lo había demostrado una vez cuando ocurrió el desastre de Bastian.

—Quiero salir —menciono mirándola fijamente. —Quiero volver a NY.

Mi madre solo se encoge de hombros.

—Mamá —gruño, sintiendo la calidez que siempre he sentido cuando estoy a punto de explotar. —Eres una persona horrible, pensé que cambiarías pero veo que no lo harás.

—Alessya —me advierte ofendida.

No me importaba, quería desatar las cadenas. Quería volver a ser yo, mi Alexis del pasado y no esta farsa.

—Sé la verdad de todo —digo tratando de ver si ella picaba el anzuelo.

El rostro de ella palideció.

— ¿Que sabes?

Hubiera sido mejor que dijera, ¿De que hablas? Antes de decir esas palabras. Entonces si había algo que preocupaba a mi madre, algo de lo cuál yo no estaba enterada o ¿si?

—Alexis —vuelve hablarme por mi sobrenombre, ella nunca lo hacía. Para ella siempre fue Alessya. —Sea lo que sea que sepas es solo una confusión, yo soy tu madre. Yo...

Mi mente me deja algo confundida cuando empiezo a recordar algo parecido sólo que esa vez yo me encontraba parada y enfrente de ella. Me grito, le grite y escuche el leve miedo en sus palabras aquella noche.

—Yo soy tu madre, Alexis. —Me sujeta del brazo, el miedo en sus ojos no me puede pasar desapercibido. —Tu eres mi hija, mía y puedo hacer lo que quiera con ella.

Trato de enfocarme en el ahora y no en los recuerdos que tenía del pasado que se asomaba en mi cabeza. No podía enfocarme en eso pero esos recuerdos venían a mi con fuerza.

— ¿Mi madre? No lo eres —le grite, para este punto las lagrimas caían en mi rostro. —No soy tu hija. Lo sabemos y siempre he estado enterada de ello así que ya basta de controlarme. ¡Ya basta de hacer que sea tu marioneta!

Lo que nunca te dije #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora