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Snow Bash era la invitación para la fiesta más solicitada de febrero. Sam me vistió con un vestido de cóctel azul, sin tirantes y me recogió el cabello. La noche del viernes llegó con la agenda de encontrar un chico de rebote.

Ella entregó nuestra invitación al alumno de primer año en la puerta, dirigiéndole una sonrisa asesina antes de llevarme hacia adentro. Su vestido, cubierto de lentejuelas se iluminó como una bola de discoteca. Nos abríamos paso entre la multitud hacia el bar, cuando los recuerdos de Riley me bombardearon. A él le encantaban sus estúpidas fiestas de fraternidades.

Un rubio lindo con hoyuelos se acercó con dos vasos rojos. —¿Chicas, les gustaría una bebida?

—No, gracias. Nos dirigimos a la barra. —Le dirigí una sonrisa para aliviar mis palabras cortantes. No lo rechazaba a él, solo las bebidas. No era posible que tomara una copa que sirviera un desconocido, o a la que le hubiera derramado algo dentro.

Sam agarró mi mano y me arrastró hacia la barra, entrando y saliendo de los grupos de personas que bailaban y pasaban el rato. Un DJ se encontraba en la esquina, y "Locked Out of Heaven" de Bruno Mars sonaba en los altavoces. Sam llegó hasta la barra, nos ordenó dos cervezas y balanceó las botellas.

—Por los rebotes.

Chocamos las botellas, y tomé un largo trago. Rebote. El objetivo de esta noche era encontrar un tipo adecuado. Alguien que alejara mi mente de papá, y la mierda de April, y mamá, y Riley, y... y... Harry. Sí, claro.

Lo asombroso de la pena consistía en que tenía prioridad en mi corazón, consumiendo cada dolor hasta que decidiera dejarla entrar. La muerte de papá ensombreció la traición de Riley, como una pierna rota en comparación a un dedo del pie aplastado.

Solo me preguntaba cuál podría dejar cicatrices más severas a largo plazo.

—¿Qué tal él? —Sam señaló a un chico de fraternidad con el pelo castaño oscuro y una sonrisa agradable.

—Demasiado bajo.

—Está bien... ¿él? —Hizo un gesto hacia otro hombre. Buena construcción, buena altura.

—No sonríe.

Suspiró y se volvió. —Hmm... ¿él? —Esta vez era un rubio. Construcción perfecta, vestido como un modelo de Abercrombie. Mi estómago dio un vuelco.

—Demasiado Riley.

—Tienes razón. —Nos apoyamos en la barra. Claro, había un montón de chicos por los que babearían las chicas. No me tomó mucho tiempo descubrir mi problema. Ninguno de estos chicos era Harry. Un rubio muy sexy, que usaba un polo de la fraternidad, chocó su botella con la que se encontraba en la boca de Sam, causando que la cerveza se derramara por todas partes.

—¡Oye! —gritó, saltando hacia atrás para evitar que se arruinaran sus zapatos—. ¡Deacon! ¿Por qué tienes que ser tan idiota?  Él sonrió y se metió a la boca un cacahuete de un cuenco cercano.

—Sam, te ves muy bien esta noche.

—Eso no va a suceder. —Conocía esa mirada en su cara. A ella le gustaba, pero no lo suficiente como para ir tras él. Sonrió cuando otro tipo con magníficas características hispanas se acercó—. ¿Chicos, conocen a Ember? —Inclinó la cabeza hacia mí—. Ember, estos son Deacon y Mark.

La sonrisa de Mark era amable y acogedora. —Encantado de conocerte, Ember.

Los ojos verdes de Deacon me escanearon. Cuando pensé en escoger a alguien que no fuera Harry, una ola de malestar se revolvió en mi estómago, pero la aparté. Si iba a ir la caza de un chico por despecho, alguien con el que perderme un rato, entonces Deacon podría encajar en el papel. Me dio una sonrisa lenta y tomó mi mano. Dudé, pero se la di.

CambiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora