El tocino chisporroteó en el sartén, salpicando grasa a mi frente y quemando. —Mierda. —Me quité el aceite y giré otra pieza antes de que le diera la oportunidad de que pasara otra vez. El reloj en la pared mostraba que eran las diez de la mañana, pero el tiempo en mi estomago decía "aliméntame o muere". Era una persona crudamente hambrienta. Nada que dos Tylenol y un vaso de agua no podrían eliminar cuando hicieran efecto. Solo deseaba que no estuviera rogándole a Dios para que ya hicieran efecto. Maldición, me dolía la cabeza.
Saqué dos platos del gabinete y los llené con el tocino cocinado antes de freír los huevos. El rítmico repiqueteo me dijo que Harry había terminado de quitar la nieve de la entrada y ahora limpiaba el camino. Por supuesto, cuando desperté sola, pensé que el tipo había corrido de prisa de aquí después de que anoche me lancé sobre él.
Anoche. Eso era lo que todo el mundo elogiaba cuando murmuraban sobre sexo. Ahora lo entendía. Siempre he querido tener sexo. No era una mojigata, pero Riley me había asegurado que tendríamos mucho una vez que nos casáramos. ¿Por qué no reservarme para eso? ¿Mantener los primeros años de matrimonio calientes y perfectos? Mirando atrás, besar a Riley era divertido, él era bueno en ello, pero besar a Harry era como un maldito fuego atrapado en mí y quemaba hasta que explotara en llamas. No había comparación.
Mierda. Se quemaban los huevos. Los deslicé en los platos justo cuando la tostadora saltó. Un poco de mantequilla y nos hallábamos listos. Justo a tiempo, Harry abrió la puerta frontal y la cerró raídamente una vez que estuvo dentro.
Evité su mirada mientras se quitaba sus botas en la alfombra de la entrada y colgaba su saco en la clavija. Saqué la azúcar y la crema en polvo del gabinete mientras el café se terminaba de hacer. Oye, había tenido suerte de que tuviéramos huevos aquí ya que mamá había venido con Gus y April hace unas semanas. — ¿Café? —pregunté sin mirarlo, levantándome en puntitas y aun no siendo capaz de alcanzar las tazas.
—Perfecto, gracias —respondió, deslizándose detrás de mí para bajar las tazas. Me alejé de él y llevé nuestros platos a la mesa, haciendo malabares con los cubiertos debajo de ellos. Nunca había tenido una "mañana después," pero asumí que eso era este sentimiento incomodo y repulsivo. ¿Qué pensaba él? ¿Se enojó por lo de anoche? ¿Quería más? ¿Quería menos? Mantuve mi cabeza baja mientras pasaba a su lado, concentrándome en el diseño del piso de madera hasta que llegué donde Harry ya había servido el café. Azúcar, sí. Crema, más. Prefería un poco de café con mi crema y azúcar.
—Ember. —Se puso justo detrás de mí. La cuchara golpeó accidentalmente en la encimera cuando la solté accidentalmente. Gran bocanada de aire—. Gírate —ordenó suavemente.
Anoche había hecho cosas de chica grande, y ahora tenía que comportarme como tal. Giré, manteniendo mis ojos en la manera que su sudadera se asentaba alrededor de sus muy agradables caderas. Dio un paso adelante, juntándonos, y mi parte baja traicionera se derritió en él. Levantó gentilmente mi cara para que encontrara sus ojos, justo como lo había hecho anoche. Estaba perdida. El sol entraba por la ventana, destacando la lámina de dorado de sus ojos; un duro contraste al negro de su gorro. —Buenos días —susurró.
Le di una sonrisa nerviosa que seguro salió mas como si enseñara los dientes. —Hola.
Me miró a los ojos por momentos largos y tensos, buscando respuestas que no sabía cómo darle. —Sí —murmuró, como si estuviera respondiendo a su propia pregunta. Tomó posesión de mi boca en un beso abrazador, acunando mi cara en sus manos y moviendo su lengua al mismo ritmo que usó con sus dedos dentro de mí anoche. Me puse débil en dos segundos. Se alejó con una sonrisa, después me besó suavemente. Una vez. Dos veces.
—Esto no es incomodo al menos que dejes que lo sea. —Sus cejas elevadas y su sonrisa casi me hizo estar de acuerdo—. No voy a dejar que sea incomodo. Te quiero demasiado para eso.
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Cambios
FanfictionTres golpes pueden cambiarlo todo... "Ella lo sabía. Ese es el por qué mamá no había abierto la puerta. Ella sabía que él estaba muerto." Veinte años como hija de un militar y Ember Howard también lo sabía. Los soldados en la puerta signifi...