No. No. No. ¿Cuánto más podemos soportar?
La abuela sentó a mamá en el sofá. Nos había abandonado una vez más; se refugió en su mente y me dejó en su rol. Tragué la píldora amarga y me acerqué. — Todo esto es de mi papá, ¿correcto?
El capitán Wilson asintió. —Llegó tarde anoche, pero no quería hacerlos esperar más de lo que debían. ¿Te gustaría revisar su inventario?
—Solo déjeme firmar por ello.
—December, sería mejor comprobar que todo está aquí —insistió.
Le cogí el portapapeles. —A menos que tenga a papá ahí, no importa qué demonios haya en estas cajas. —Garabateé con furia mi nombre en otro formulario del gobierno que me arrojaba la muerte de mi padre a la cara. Firmé, puse la fecha. Volteé a otra página. Firmé. Feché. Volteé de nuevo. Firmé. Feché. Podría haber estado dando a April en adopción por lo que sabía. No me molesté en leer nada más.
—¿Les gustaría que las abramos, o dejamos las combinaciones con ustedes?
Mamá no se hallaba en condiciones de responder.
La abuela enarcó las cejas, preguntándome. Eso siempre me enloquecía.
Me pasé las manos por mi cabello e inhalé, recuperando el control. — Ábranlas ahora, por favor. Vamos a terminar con esto.
Dos soldados se adelantaron, con cuidado de no sobresaltar a mamá y a la abuela, y abrieron las cerraduras con estallidos casi simultáneos. Sin más preámbulo, los goznes chirriaron en tanto arrancaban las costras que nos habíamos esforzado tanto para hacer crecer y abrían nuevas cajas de aflicción.
—¿Hay algo más? —le pregunté al capitán, incapaz de ver la mirada vacía en el rostro de mamá por otro minuto.
—No, señora. Estas son todas sus pertenencias enviadas a casa por su unidad. ¡Todas sus pertenencias significaba su diario!
—Su ordenador portátil está ahí, ¿verdad?
—Sí, señora. Tuvimos que esperar a que el ordenador fuera limpiado, que es por lo que se tardó tanto tiempo. —Miró hacia el suelo y entendí lo que quería decir.
—¿Limpiaron su equipo? —pregunté, tratando de malinterpretarlo—. Se refiere a que revisaron en busca de virus, o datos clasificados, ¿no?
Hizo una mueca y tomó aliento. —No, señora. La política oficial establece que tenemos que borrar el disco duro antes de devolverlo a la familia.
Tenían que estar bromeando. —¿Borraron su disco duro?
—Sí, señora. —Le costaba mucho mantener mi mirada.
—¿Sus fotografías? ¿Su diario? ¿Todo lo que teníamos de él? ¿Lo borraron como si estuvieran sacando la basura de ayer? —Clavé las uñas en las palmas de mis manos, desesperada por sacar la sangre que pudieran. Incluso la mía.
—Por favor, entienda...
—¡No! ¡Ustedes nos robaron! Nos quitaron algo que no tenían derecho. —Sacudí la cabeza, tratando de expulsar esta pesadilla—. Hemos hecho todo lo que han pedido ¡Todo! ¿Por qué hacen esto?
—Es la política.
—Que le jodan a su política. ¡Borraron lo que quedaba de él! ¡Sus pensamientos! ¡Esto está mal, y lo sabe!
El bajo gemido de mamá me atravesó, finalmente soltando el mismo sonido embotellado dentro de mí. Su tristeza se hizo eco de la mía, y desestimé al capitán Wilson dándole la espalda. Mamá se arrodilló delante de una de las cajas; una de sus camisetas del ejército sostenida contra su cara, respirando en la inhalación, gritando en la exhalación, llamándolo por su nombre. Mi garganta se cerró, pero encontré mi voz. —Fuera.
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Cambios
أدب الهواةTres golpes pueden cambiarlo todo... "Ella lo sabía. Ese es el por qué mamá no había abierto la puerta. Ella sabía que él estaba muerto." Veinte años como hija de un militar y Ember Howard también lo sabía. Los soldados en la puerta signifi...