11

3K 134 1
                                    

No había suficiente cafeína en el mundo para justificar que Gus estuviera en la pista de hielo a las siete de la mañana. Tomó alrededor de media hora para que él se preparara, quince minutos para conducir al estadio, unos diez minutos para ver que mamá estuviera bien, lo que prometí terminaría después de la práctica, y una media hora para llegar a casa de mamá para recoger a Gus. Eso me hizo levantarme a las cinco de la mañana del sábado y abandonar mi carrera matutina. La alteración de mi agenda tenía mi piel hormigueando, pero por Gus valía la pena el ajuste.

Los siete minutos detenida en Starbucks hicieron posible esto. Sin cafeína, no despertaba. Así es como funcionaba mi cuerpo.

Terminé tensando sus patines, besando sus rizos, y lo envié al hielo con una juguetona palmada en su espalda. —¡Ve por ellos, tigre!

—¡Ja! Nunca había escuchado esa —respondió.

Dos semanas más de la temporada y luego las finales. Podía seguir con esto por ese tiempo. Además, a pesar de que mamá había estado despierta, ella en realidad no se encontraba ahí. Sonrisa falsa, risa falsa, pero panqueques reales. Un día de descanso desde el domingo, pero el esfuerzo estaba ahí, y muy apreciado. Dudé al esperar que ella estuviera mejorando, pero tal vez si la llevaba solo un poco más lejos, volvería a nosotros de verdad.

Mi café calentaba mis manos mientras que mi espalda absorbía el frío de las gradas de acero. Asentí a dos chicas rubias que había visto aquí la semana pasada e intenté no dejar que mis ojos salieran disparados de mi cabeza por lo que vestían Tweedledee y Tweedledum. Era demasiado malditamente temprano para mostrar ese nivel de escote en un juego infantil de hockey. 

Como que esperaba que se congelaran en sus asientos. Aplasté los malos pensamientos y busqué a los entrenadores, pero Harry todavía no llegaba. No era como si él fuera a llegar tarde cuando el hockey estaba involucrado. Saqué mi libro del bolso y volví a estudiar mis textos de educación infantil aturdidores. Si podía pasar esta mañana, tenía el resto del fin de semana para entregarme a mi lectura de historia.

 Cada cierto número de páginas, alzaba la cabeza, diciéndome a mí misma que lo hacía por Gus. En realidad buscaba a Harry. Tal vez debí haberme disculpado por lo que pasó anoche, pero mira como resultó esa disculpa. Si intentaba decir que lo sentía ahora, tal vez empezaría a follar su pierna como un perro en celo.

 —Supongo que no hay brownie Styles apuntados para hoy —murmuró una de las gemelas Tweedle detrás de mí. Centré la mirada en Gus, negándome a girar y mirar descaradamente a las acosadoras detrás de mí. Sin embargo, no dejaría de escuchar. 

—Lo sé —suspiró Tweedledum—. Si no podemos salir a desayunar con él hace que levantarse tan malditamente temprano sea una pérdida de tiempo. 

—Supongo que podríamos salir con Jagger —murmuró Tweedledee. No me había dado cuenta antes que Jagger entrenaba con Harry. 

—Ya te has acostado con Jagger.

 —Solo porque Harry no estaba interesado.

 Escupí, casi mandando café a mi nariz. —Sí, él ha estado un poco raro las últimas semanas, ¿sabes? Ha estado rechazando a todo el mundo. —Tweedledum sonaba molesta—. Y lo siento, Jagger puede ser ardiente, pero no es Harry. 

Rechazaba a todo el mundo. Me tragué mi sonrisa e intenté no prestarle atención a su conversación y concentrarme en mi trabajo cuando Gus no se hallaba en la pista. Para cuando terminó el juego, él había marcado un gol y tenía una asistencia por la victoria. Cada vez, me apuntó en las gradas como un hombre grande. Me sentía tan orgullosa de él. 

Papá también lo habría estado. 

El dolor familiar se estableció en mi pecho. El dolor no disminuía; todavía era agudo en momentos y leve en otros, pero se hundía en mi corazón, dejando también espacio para otras cosas. Hice espacio para sonreír por el gol de Gus; encontrar alegría en su sonrisa.

CambiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora