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Me eché la bolsa de mensajero encima del hombro y agarré mi café del techo de mi coche. Gracias a Dios que había un Starbucks de camino a la escuela, o nunca habría llegado a ir esta mañana.

Arreglar el apartamento fue físicamente más agotador de lo que esperaba, pero resultó perfecto. Era increíblemente liberador tener un lugar lejos del campus; sin reglas, regulaciones o controles aleatorios de las habitaciones. Además, tener a Sam como compañera de cuarto era otra ventaja. Por todos los detalles que habían cambiado entre nosotras en los últimos dieciocho meses, hubo al menos dos que no lo habían hecho.

Saqué mi agenda cuando entré al edificio, comprobé el número de la habitación, y me deslicé dentro de la clase sin derramar mi café por todo mi suéter blanco. Un récord.

Un rápido vistazo a la habitación mostraba algunos asientos libres en la primera fila. Puse mi café en el escritorio y saqué mi bolsa de mi hombro para sacar mis libros y bolígrafos. No podía esperar para llenar las páginas blancas del cuaderno. La historia me provocaba lo mismo que les pasaba a algunas chicas con los esmaltes de uñas o zapatos. Había elegido mi especialización temprano.

Negué con la cabeza ante las risitas detestables desde la parte de atrás de la sala. Una morena de piernas largas se encaramó en un escritorio frente a un chico, y si él no podía ver más allá de la fachada de ella, entonces se merecía todo lo que salía de la misma. Echó la cabeza hacia atrás con una risa.

Mierda. Ese chico era Harry.

Sus ojos se abrieron cuando se encontraron con los míos, y esa sonrisa me robó el aliento. Aparté la mirada y me senté, concentrándome en la pizarra. Estúpidas y locas hormonas. ¿En serio tenía que estar tan sexy a las ocho y media de la mañana? ¿A quién engañaba? El tipo era más o menos el sexo personificado las veinticuatro horas del día.

No podía culpar a la chica por sentarse en su escritorio. Demonios, ella demostraba resistencia. Yo habría estado en su maldito regazo.

No necesitaba mirar otra vez para saber que él había tomado el asiento vacío a mi lado. Mantén tus ojos hacia adelante. No lo miraría. No me perdería en esos ojos marrones ni recordaría exactamente lo que esas manos eran capaces de hacer en mi cuerpo. Nop.

—He estado temiendo esta clase, pero al verte aquí tan temprano en la mañana hace que valga la pena salir de la cama, December.

—Tú y el "December"... —murmuré, sin estar dispuesta a admitir lo mucho que me gustaba—. ¿No puedes llamarme "Ember" como todos los demás? Se inclinó, acercando su boca a mi oído.

—Solo lo hago cuando nadie más puede oírlo, y además, no soy todo el mundo, no para ti.

¿Su voz tenía que ser tan suave? Eché un vistazo a la parte trasera de la sala, tocando con mi bolígrafo el cuaderno vacío que pronto estaría lleno de deliciosos hechos históricos. —Creo que tu pisapapeles te echa de menos.

La morena parecía de mal humor, y no podía culparla. —¿Quieres tomar su lugar ?

Su tono burlón llevó mi mirada a la suya, y yo estaba perdida. No podía borrar la sonrisa que apareció en mi cara cuando movió las cejas y palmeó la parte superior de su escritorio. Negué con la cabeza y me obligué a llevar mi atención a la parte delantera de la sala. —No estoy segura de que sea una buena idea estar tan que cerca de ti —le recordé con una sonrisa.

—Me sentaré sobre mis malditas manos si eso significa que te sentarás aquí.

Sin palabras. Ni siquiera podía pensar en una réplica para eso. El profesor me salvó con la entrega de su plan de estudios y el inicio de la clase. De verdad, presté atención. Bueno, en realidad no. Escribí muchas notas, pero sentía la mirada de Harry, lo que me recordó lo mucho que sus manos habían estado sobre mí. Le eché un vistazo y descubrí esos ojos marrones clavados en los míos. Caliente. Jodidamente en llamas. Crucé y descrucé mis piernas, recordándome que la clase no era un lugar para lanzarme encima de un compañero de estudios, y presté más atención a los detalles. Artículos, podía arreglármelas para escribir artículos, tomar notas, y concentrarme en la Guerra Civil. Lo que no podía soportar era mi autoimpuesto ritmo lento con Harry, no cuando me encontraba lista para atacarlo en medio de la clase.

CambiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora