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Ajusté mi bufanda dorada alrededor de mi cuello y saludé a mamá por las gradas. Había reservado una fila completa de asientos. April me dio una sonrisa y palmeó la silla a su otro lado. Con café en mano, me dirigí hacia ellas. Hoy era la ronda de semifinales de eliminatorias para Gus.

El hormigueo en mis dedos no era causado por la helada temperatura del World Arena, sino por saber que vería a Harry. Cada día, durante las últimas dos semanas, me había invitado a salir, y durante ese tiempo, evité contestarle. Él había pedido tazas de azúcar, encontrado correspondencia "perdida", y tecleado código Morse en nuestra pared de la habitación compartida. Lo vi en la clase, en la práctica, y lo encontré en casa, pero nunca, jamás estuve a solas con él. Estar a solas con Harry siempre me llevaba a estar desnuda. Eso no estaba permitido. Además, se mantuvo fiel a su amenaza, y no me había besado en muy largos catorce días.

¿Qué demonios me frenaba? Solo el miedo al riesgo, de dejarlo entrar y que me destruya cuando apenas me había recompuesto.

Al entrar en la clase de ayer, me deslicé en mi asiento al mismo tiempo que una morena de piernas largas se encaramó en su escritorio. Mantuve mis ojos en mi cuaderno, marcando la fecha profundamente en el papel mientras su risa me daba náuseas.

—Harry, no puedo esperar para verte jugar mañana por la noche. Apuesto a que vas a marcar un tanto solo para mí, ¿no?

Vómito. Esto sería todo. El momento en que me daría cuenta de que al final se había cansado de esperar a que pusiera mi vida en orden.

—Espero marcar muchos puntos, Scarlet. —Doble vómito.

Su risa era aún más desagradable que la primera. —Por supuesto. ¿Qué diablos era? ¿Mitad hiena?

—Y solo hay una chica en la que estoy pensando. —¿Por qué tenía que usar ese tono de voz? ¿Ese tono sin el coqueteo o tono machista? ¿Por qué había tenido que usar ese tono bajo y tan sexy, que reservaba para mí, ese que no podía ignorar... con ella?

 Su mano se extendió a través del pasillo y capturó la mía. Mi mirada voló hacia él, y lo encontré mirándome. Mi sonrisa debe haberle dicho a Scarlet todo lo que necesitaba saber, porque saltó de su escritorio.

 —¡Lo siento, Ember! No me di cuenta... bueno, ¡sí! —Ella se balanceó de vuelta a su asiento. Él no bajó la mirada. 

—Quise decir cada palabra. 

—Lo sé. —Y era cierto. 

—Gus comienza mañana. 

—Sí, has hecho cosas increíbles con él. 

—Es un chico increíble —respondió—. December, sobre mañana...

 —No lo hagas. —Mis dedos se clavaron en mis palmas alrededor del bolígrafo—. No vuelvas a preguntar, todavía no. Hay algo en mí que no te puede decir que no, así que no lo hagas. 

Me besó la mano, un roce rápido de sus labios contra mi palma, y soltó su agarre. Lo quería con una desesperación que amenazaba con abrumar mi sentido común, y nunca permitía que eso sucediera. 

—Ember. —La voz de April me trajo de vuelta al presente. Pasé a mamá y tomé asiento al lado de April. Nos encontrábamos dos filas detrás del banco de Gus, pero el hielo estaba vacío. Los chicos ya habían calentado y se hallaban en el vestuario teniendo su charla. El estadio se encontraba medio lleno, nada mal para un torneo de hockey de menores. Si ganaban este juego, estarían en los campeonatos de la liga. —No me trajiste café. —Mi hermana hizo un mohín. 

—No me di cuenta que ibas a venir. —Le ofrecí el mío, pero negó con la cabeza. 

—Esto me dará una excusa para escaparme durante el segundo tiempo y encontrar un Starbucks. —Se rió y volvió a jugar con su iPhone. Bebí un sorbo de mi moca y sonreí a mamá, quien me lo devolvió. Su piel lucía sonrojada, con los ojos brillantes de emoción. Había estado esperando este juego toda la semana. Sentarme con ella en estas sillas de madera se sentía como si nada hubiese cambiado, casi como si nunca se hubiese ido.

CambiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora