Capítulo Nueve: Inevitable
La inspectora era incapaz de apartar la mirada de aquella mujer junto al estanque. Permaneció callada con la boca entreabierta, sin saber qué responder.
―Al parecer ―comenzó a explicar su compañero al otro lado del teléfono― un testigo que pasaba por su casa en coche declaró haber visto a la señora Reynold discutiendo con Emilly junto al estanque. Se pensó que pudo perder la calma y empujarla, y no necesitaba si quiera forcejear con ella; la niña estaría indefensa pues no sabía nadar.
―Tiene todo el sentido del mundo... ―murmuró Julia pensativa.
―Sí, pero el testigo no había jugado limpio y había mentido al tribunal. ―Henry rió secamente.― Pero es que el testigo, o mejor dicho, la testigo, jugaba con una ventaja.
―¿Cuál?
―Credibilidad ―respondió Henry―. La testigo era Catherine Reynold, quien por aquel entonces ya se estaba labrando su reputación como una respetable candidata al puesto de alcaldesa.
―¿Catherine Reynold? ¿Por qué querría dar un testimonio falso? Solo conseguiría…
―Perjudicar a su propia cuñada, sí ―terminó la frase Henry―. Puede que su relación con la señora Reynold se enfriara desde la muerte de su marido, ¿quién sabe? El caso es que por motivo de numerosas contradicciones respecto a los hechos, se descubrió que no decía la verdad. Según esto, ella en su defensa alegó haberla visto realmente, pero confundió las fechas.
Julia resopló.
―Ya, claro, ¿quién puede tragarse eso?
―Al parecer el tribunal entero.
―¿Sí? Pues eso que hizo es un delito y se llama «perjurio».
―Eso lo sabemos tú y yo y todos los presentes en el juicio. Pero no se la penalizó. Y no es nada insólito, ya se sabe que teniendo un cargo político tan alto como el suyo no le resultaría nada difícil conseguir esa absolución. No lo dice en el informe, desde luego, pero no hace falta ser muy listo para deducir algo así.
―Bueno, tú lo has hecho.
―Tú siempre tan divertida ―replicó Henry con una sonrisa sarcástica―. ¿Quieres conocer el veredicto respecto a Magget Reynold o no?
―No culpable, supongo.
―Efectivamente. Finalmente se acabó demostrando que lo ocurrido fue un accidente causado por Madge Reynold, quien empujó a su hermana al estanque en una rabieta, y cito textualmente «porque Emilly Reynold se negó a prestarle un juguete».
«Juguete» pensó Julia, y no pudo evitar recordar esa muñeca que tan poco le gustaba a su compañero, la que sostenía Emilly en aquellas fotos del pasillo.
―Maggey Reynold fue sospechosa de un homicidio… ―musitó Julia.
―Sí, pero quedó demostrada su inocencia. No tenemos por qué tener esto en cuenta.
―Por supuesto que sí; con un jurado sobornado de una manera tan descarada no me extrañaría absolutamente nada que se hubiera manipulado alguna prueba, incluso. Además hace cinco años fue sospechosa de tratar de asesinar a su propia hija, ¡y hoy la consideramos sospechosa por lo mismo!
―Su cuñada estaba en su contra, aún está en su contra. El pueblo entero está en contra de Maggey Reynold, Julia ―explicó con vehemencia Henry.
ESTÁS LEYENDO
Emilly
ParanormalTras los incidentes que marcaron trágicamente la vida de Maggey Reynold, ella esperaba poder disfrutar de unos años de calma junto a su hija Madge. Pero la misteriosa muerte de su hija, una muñeca de porcelana que ha dejado de ser adorable y el fant...