Capítulo Ocho: Desenterrando el pasado
El ascensor que conduciría a Julia al piso de su compañero estaba «Fuera de servicio», que se podía traducir perfectamente por «roto», al igual que la puerta de portal. La inspectora soltó una maldición. Aquellos pisos se construyeron hacía unos cinco años con el propósito de modernizar el pueblo. Pero la idea no triunfó, todos los pueblerinos seguían prefiriendo las rústicas casitas con sus jardines más grandes o más pequeños a la frialdad de los pisos de una pequeña habitación y de cocina comunicada con el salón. Todos menos Henry y algún que otro soltero de ciudad.
Y por supuesto Henry tuvo que elegir vivir en un tercer piso. Por suerte, Julia gozaba de una buena forma física y no acabó fatigada tras subir todos aquellos escalones. Agradeció haber podido dormir por la mañana todo lo que quiso y más, ya que, por fortuna, los domingos les permitían no trabajar hasta la tarde, así disfrutaría de energía extra todo el día.
Una vez en el tercer piso, reparó en que no recordaba la puerta en la que vivía. ¿3ºA o 3ºB? Cuando estaba a punto de echarlo a suertes, escuchó unos murmullos en la puerta cuyo letrero decía «3ºA». Acercó el oído a ella y no se trataban de murmullos sino de risas apagadas. Antes de que le diese tiempo a llamar con los nudillos la puerta se abrió desde dentro y la primera imagen que tuvo del interior le sorprendió y no gratamente: Ante ella y con la mano agarrando el picaporte se encontraba una mujer muy alta, de larga melena oscura, y media sonrisa rubí iluminando su piel bronceada. Su estilizada figura lo vestía un vestido con vuelo negro, lo cual era toda una sorpresa acostumbrada a ver a aquella mujer vistiendo una bata blanca.
—¿Do… doctora Rivera? —preguntó Julia en su estupor.
—Buenos tardes, inspectora —saludó ella.
Podría haber respondido Julia perfectamente si no le hubiese dejado sin habla el que Henry apareciese detrás de la doctora vistiendo únicamente un pantalón de pijama colocado de forma que la banda de su ropa interior se asomase, y una camisa blanca mal abotonada.
—Buenos tardes, Julia —saludó Henry compartiendo la misma sonrisa que la doctora—. Gracias, María, ha sido un placer.
—Igualmente —respondió ella—. Nos vemos pronto.
Acto seguido la joven amplió su sonrisa y bajó las escaleras.
—¿Vas a pasar? —preguntó Henry a la inspectora que se había quedado muy quieta con una mueca de desconcierto en el rostro.
Aún en silencio dio un par de pasos hacia el interior del piso y Henry cerró la puerta.
—¿Qué te trae por…? —comenzó a preguntar Henry, pero guardó silencio al ver a Julia alzar las cejas. Se pasó una mano por el cuello—. No es lo que parece.
—Ya. Oye, nunca te he pedido explicaciones y no te las voy a pedir ahora —dijo Julia mientras se sentaba en el sofá, que conservaba un reciente calor humano. Se sintió incómoda.
—Pero esto es diferente…
—¿Ah sí? No me digas que Henry Brandon está enamorado —inquirió la inspectora cruzándose de brazos y un gesto burlón en la cara.
Una expresión dolida cruzó su rostro durante un efímero instante, fugazmente. En seguida lo remplazó una expresión seria.
—No estoy interesado en la doctora Rivera, Julia. ¿Recuerdas que ayer, tras decirnos lo de Madge Reynold me quedé hablando con ella un rato? Bueno, pues nos dimos los teléfonos y yo le dije donde vivía…
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Emilly
ParanormalTras los incidentes que marcaron trágicamente la vida de Maggey Reynold, ella esperaba poder disfrutar de unos años de calma junto a su hija Madge. Pero la misteriosa muerte de su hija, una muñeca de porcelana que ha dejado de ser adorable y el fant...