Capítulo 21: Por última vez

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Capítulo Veintiuno: Por última vez

Henry abrió lentamente los ojos. Las persianas de su habitación estaban a medio subir y la luz mañanera se empeñaba en no dejarle dormir más.

Lo primero que vio tras desperezarse en la cama fue su ropa desperdigada por el suelo, e inmediatamente vino a su mente el recuerdo de la noche anterior. Esbozó una sonrisa.

Dio media vuelta y estiró los brazos en busca del cuerpo de Julia, pero le sorprendió no encontrarla allí. Y entonces reparó en que su ropa no estaba en el suelo junto a la suya.

Se podían escuchar unas voces provenientes de la entrada de su casa, y después de vestirse se encaminó hacia allí.

Junto a la puerta se encontraba Julia, con la ropa del día pasado y una coleta rápida y despeinada.

—¿Julia? —la llamó.

Esta se dio la vuelta para mirarle, y Henry pudo comprobar con quién hablaba; era Daryl, el inspector en prácticas. Patoso donde los haya.

—¡Buenos días, señor Brandon! —le saludó este entusiasmado. Era su fan número uno.

—Hola, Daryl. ¿Qué haces aquí? —En mi casa, quiso añadir.

—Oh, he venido a entregarle las llaves de su coche, señor Brandon, ya está arreglado.

—Muchas gracias —agradeció Julia—. En ese caso dale las llaves y puedes marcharte.

Daryl se ruborizó, como hacía cada vez que la inspectora le dedicaba algunas palabras o cada vez que sus miradas se encontraban.

—Oh…, eh…, no, señorita Brown… Yo… —Carraspeó.— Don Brutus me ha ordenado que le dé una respuesta inmediatamente.

—¿Una respuesta? —preguntó Henry.

—Muy bien, Daryl, hablaré con él. Puedes marcharte —insistió ella.

—No puedo, señorita Brown, quiere esa respuesta ahora mismo. Recuerde que el plazo expira esta misma tarde. Mire —dijo él, y rebuscó en su cartera de cuero. Unos papeles cayeron por el suelo y los recogió torpemente. Finalmente, extrajo unos folios grapados—. Me ha pedido que se los entregue. Si no firma ahora don Brutus no podrá hacer los trámites oportunos para que usted, señorita, despegue mañana por la mañana. Bueno, usted no despega, despega su avión por supuesto.

—¿De qué demonios estás hablando? —quiso saber Henry. Y al comprobar que su compañera no sabía qué responder, tomó los papeles que sostenía Daryl.

—Henry… —quiso detenerle Julia, pero ya era tarde, él ya había empezado a leer.

No tardó mucho en comprender de lo que hablaban, y al hacerlo sintió como si se detuviera el mundo y lo atrapase en un eterno instante de aturdimiento.

—Julia… —levantó la vista de los papales y miró a su compañera, pasmado—, ¿te vas?

Ella tomó aire y tras recogerse un mechón pelirrojo tras la oreja se cruzó de brazos, incómoda.

—Daryl, ¿puedes dejarnos a solas un momento, por favor?

—Encantado, señorita Brown, ya sabe que yo siempre estoy dispuesto a…

No pudo terminar la frase, Julia cerró la puerta del apartamento de Henry de un portazo. Durante unos segundos, nadie dijo nada, ninguno sabía qué decir. Pero Julia tenía mucho que explicar.

—Don Brutus habló conmigo hace un tiempo, y me ofreció un puesto de inspectora jefe en Wichita —dijo sin más, no era ella una mujer que se andaba con rodeos.

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