Capítulo 19: Misterios que la lógica no sabe explicar

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Capítulo Diecinueve: Misterios que la lógica no sabe explicar

Era una locura.

Aquella niña frente a ellos afirmaba ser un alma que habitó en una muñeca durante cinco años, el alma de una niña que murió ahogada. Al igual que afirmaba haber ocupado el cuerpo de su hermana pequeña.

De veras era una auténtica locura.

Pero por una vez, aquel caso tan bizarro parecía tener una explicación razonable al fin, una explicación que si no se aceptaba su base paranormal, perdería todo fundamento.

La cuestión era, ¿debían los inspectores creerlo? ¿Acaso tenían otra alternativa?

―No puede ser verdad… ―musitó Julia―. Yo no creo en… ¡en estas cosas!

―Pues no lo creas, mejor para mí ―respondió Emilly.

―Yo sí lo creo ―habló Henry―, pero hay algo que no comprendo. Fuiste tú quien atacó a Madge esa noche, pero si no querías matarla, ¿por qué lo hiciste?

Emilly sonrió.

―Aún no he terminado de explicar. Y quiero hacerlo, quiero explicarlo para que entendáis que llevar a cabo mis planes no es una opción, sino una realidad; los llevaré a cabo porque es lo justo. ―Maggey trató de replicar, pero la niña siguió hablando.― En primer lugar debo admitir que no me resultó nada fácil aprender a moverme y a manejar mis nuevas capacidades en mi muñeca. Pero una vez aprendido esto comencé a elaborar mi plan, y hace unas semanas lo puse en práctica. Madge siempre dormía conmigo, de modo que aproveché una noche para librarme de su agarre y mientras dormía le clavé las manos en el pecho. ―Maggey sollozó, y al recibir la penetrante mirada de su hija se cubrió la boca con una mano.― ¿Por qué lo hice? Porque para que un alma pueda ocupar un nuevo cuerpo, este debe ser un ser inerte, como mi muñeca, o su dueño deberá estar muriendo. Con que sí, traté de matarla, y en el momento en el que ella estaba tan frágil, entre la vida y la muerte me adentré en su cuerpo. Cuando llegaron los policías ella aún moría y yo desde su cuerpo trataba de expulsarla, por eso la dieron por muerta; no había alma dominante, ambas luchábamos por el mismo cuerpo. En el camino hacia las neveras de la morgue logré hacerme con el dominio, logré despertar. Incluso asusté al pobre forense. Creí haber vencido, pero canté victoria demasiado pronto. Ella resistió como no pensé que lo haría. Estaba débil, a un paso de la muerte, pero se aferró a la vida. Su cuerpo no pudo resistir albergar dos almas durante tanto tiempo y entró en ese estado de inconsciencia permanente. Coma, lo llamaron los médicos.

―Entonces, ¿todo este tiempo han habitado dos almas en el cuerpo de Madge? ¿La tuya y la suya? ―dedujo Henry.

―En efecto. Y no solo eso. Como mi estúpida hermana se negó a aceptar su destino, esa noche no toda mi alma fue capaz de ocupar su cuerpo. Tan solo una pequeña parte lo consiguió, la otra permaneció atrapada en la muñeca, y fue la que me permitió moverme. De hecho, eso sigue siendo así.

Entonces estiró el brazo derecho, y la muñeca junto a la ventana hizo lo mismo. Un escalofrío recorrió el cuerpo de todos los allí presentes cuando Emilly movió ambos brazos y la muñeca la imitó. También parecía lucir aquella sonrisa estremecedora en sus labios rosados. Julia dejó escapar un grito ahogado.

―Han sido varios los intentos de dominar por mi parte, no solo aquel día en la morgue. En uno de ellos estabais vosotros presentes ―dijo señalando a los inspectores―. ¿Recordáis ese día en el hospital? Mi hermana siempre ha sido muy cabezota y nunca me dejó hacerme con el control, por lo que todos los intentos han fallado estrepitosamente. ―Su sonrisa se ensanchó.― Hasta ahora.

EmillyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora