Capítulo 5: ¿Revelaciones?

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Capítulo Cinco: ¿Revelaciones?

El silencio que precedió a la oscuridad apenas duró unos segundos hasta que se vio interrumpido por quejas y conversaciones en el resto de habitaciones donde también se habían apagado las luces.

Julia y Henry permanecieron inmóviles durante el casi medio minuto de penumbra, demasiado atónitos ante lo ocurrido como para reaccionar. Y entonces la luz volvió a inundar la habitación y el hospital entero. Según anunciaba una voz masculina en el pasillo, había sido un apagón general.

Henry bajó la mirada a la mano de Julia agarrando la suya con firmeza y carraspeó para llamar su atención. Julia, dándose cuenta, liberó la mano de Henry rápidamente y se sacudió la ropa, incómoda. Después dio un par de pasos acercándose a la cama de la niña que contemplaba rígida el techo de gotelé.

-¿Madge? -susurró con el ceño fruncido a la niña.

Acto seguido sus ojos volvieron a cerrarse bruscamente, para quedar en una perfecta calma.
-No... -musitó la inspectora.

El monitor a su derecha seguía marcando el ritmo de su corazón; seguía viva, sin duda.
Henry, que había observado atónito la escena, caminó hacia la camilla.
La situación resultaba tan inusual que ninguno de los dos supo qué decir. Así que se limitaron a observarla en silencio esperando un leve movimiento, el más mínimo temblor, algun atisbo de esperanza.

Julia dirigió la mirada sobre la muñeca tendida en el suelo, e increpó a su compañero:
-¿Qué hace ella aquí, Henry? Es una prueba, aunque sea una muñeca no puedes jugar con ella como si tuvieras cinco años.
Él escrutó la muñeca a la que había visto moverse hace unos minutos. Ahora se encontraba inmóvil. Realmente no le gustaba para nada aquella muñeca. ¿Cómo podía dormir tranquilo el tipo que las diseñó?

-Julia... yo la dejé en el asiento trasero del coche, dentro de una bolsa de pruebas. No me la he llevado conmigo.
-Entonces, ¿qué? -replicó-. Ha venido andando, de la misma forma que se fue de la habitación de la niña según la señora Reynold. -Julia se detuvo; Henry ya sabía en qué estaba pensando y frunció los labios, compungido ante la evidencia que se negaba a creer.- Ha sido esa mujer. -Se rió incrédula.- Está jugando con nosotros como si fueramos críos que se acobardan con cuentos de miedo. Es increíble.

En ese momento Maggey Reynold entró en la habitación 121 acompañada por una doctora de piel ligeramente bronceada y piernas infinitas. Desde luego Henry Brandon no lo pudo pasar por alto y la observó de arriba abajo con admiración y poco disimulo. Esta se acercó a comprobar el monitor de la pequeña Madge, y tras echarle un vistazo a la niña frunció el ceño.

-Señora Reynold, todo está estable, tal y como lo estaba hace una hora -dijo con una voz melosa de acento hispano.

-No, no es posible, algo ha tenido que cambiar -le dijo Maggey con un rastro de desesperación en el habla.

-Señora Reynold -interrumpió Henry-, estoy seguro de que la doctora es toda una profesional, y si afirma que todo está como hace una hora es porque todo está como hace una hora -explicó Henry despacio, como si tratase con un niño, y le dedicó una breve sonrisa a la doctora.

Julia giró la cabeza para que no viesen como ponía los ojos en blanco. Volvió la vista a la doctora.

-Debemos insistir. Hace nada estaba sacudiéndose violentamente, de veras. ¿Está completamente segura, doctora? -preguntó.

-Absolutamente -respondió ella-. De todos modos, le haremos unas pruebas para ver su evolución, quédense tranquilos.

-Entonces, ¿ella está bien? -quiso saber Maggey.

EmillyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora