11.Fuera de sí misma

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Me congelé.

Eran tan diferentes, tan... iguales a su vez.

Retiré la mirada. Nunca pensé en ningún momento que el padre de Mel podría arriesgarse solamente para salvarme. Si es eso lo que había sucedido. Esto era muy grande para mí. Inmenso.

Yo quería una vida tranquila con amigos, viajes, romances. Esto no estaba en mis planes, por qué siempre alguien o algo se empeña para arruinarme la existencia, y puedo parecer una adolescente loca y obsesionada pero quiero vivir en paz, sin que nadie me moleste, sin tener que pensar demasiado en lo que voy a hacer o que decir, y esto está requiriendo más cambios de lo planeado, me destruyeron mi mundo, así como así, en unas cuantas horas no tengo nada, estoy desesperada. Solo estaba...

-No se avergüence señorita.-Se recostó de nuevo en su silla.- Mire usted se dará cuenta que el gobierno debe hacer algunos sacrificios. Estamos en guerra Vera.- No me gustaba que mi nombre saliera de su boca, se sentía como una amenaza, duro e inquebrantable. Siguió con su conversación.- Y como estamos en esa situación, debemos salvar a la mayoría de las personas. ¿Usted me entiende verdad?-

Levanto la mirada y me encuentro con sus ojos. – yo... yo solamente quiero descansar. ¿Cuándo llegaremos?

Me mira y ensancha un poco los ojos, capaz esperaba que hiciera más preguntas, que sea más curiosa, pero tuve unas horas muy agotadoras y por más que haya estado dormida mor mucho, me sentía exhausta.

Lo único que hizo fue un asentimiento con la cabeza y comenzó a hablar por su radio, si es que a eso se le llama hablar, solamente enviaba códigos y recibía de una voz mecanizada los mismos códigos con un afirmativo al final. Nada que me sirviera para saber sus planes o adonde nos dirigíamos. No mostraba indicios de responder mi pregunta, pero lo pregunté por simple cortesía, no tenía ganas de llegar a donde sea que fuéramos, los pelos de mi nuca me decían que no quería ir al lugar que me estaban escoltando.

Por lo que fue una vida ellos empezaron a murmurar que estábamos por llegar a la base y por ende tenían que hacer algo, no se me comunicó que era lo que tenían que hacer pero unos minutos después estuve sentada de lado y durmiendo. Ni siquiera me di cuenta cuando me inyectaron un calmante. Según mis conocimientos de películas de acción, te duermen para que no sepas donde queda el lugar en cuestión, eso supuse que hicieron.

Me sumergí en un sueño profundo, estaba en una colina con un impermeable amarillo y buscaba algo, era pequeño pero no lo encontraba. Me apresure a la siguiente colina, cada colina más verde que la anterior. Estuve caminando tranquilamente con alguien a mi costado, pero por alguna razón no podía verle su cara. Llegamos al destino y ahí estaba, lo que estaba buscando tan desesperadamente. Un anillo, un cintillo específicamente con un gigantesco rubí en el centro, era hermoso, estaba tan contenta de encontrarlo, me sentía aliviada.

La voz de mi acompañante cortó el pensamiento.

-Lo perdiste en un principio, significa que yo no te intereso. – Lo decía con tanto desprecio, me confundió, no podía decir una sola palabra, porque sabía muy dentro que era cierto, seguía con la mirada clavada al anillo entre mis dedos, lo guardé en el bolsillo de mi impermeable y me di vuelta para enfrentarlo.

No había nadie allí, me giré buscándolo, pero no lo encontraba, empecé a correr desesperada, mientras más corría más me mojaba, el poco abrigo que tenía no ayudaba en nada.

Lo encontré sentado con su espalda hacia mí. Tenía la cabeza apoyada entre sus manos, y maldecía a todo lo que había alrededor. Me escuchó acercarme, se giró no completamente para saber que era yo, pero no pude descifrarlo, todavía no tenía idea de quién era, pero en mi interior lo conocía, me era familiar. Y en un asentimiento me dijo:

-No te mereces casarte conmigo, los secretos te perseguirán por el resto de tu larga vida...

Me desperté.

Abrí de a poco los ojos para encontrarme una luz demasiado intensa hacia mi cara. Trate de reincorporarme pero fue en vano, no sentía mi cuerpo. Intenté por segunda vez y empezaron lentamente a funcionarme las extremidades.

Logré sentarme, y para cuando lo hice me di cuenta en el ambiente que me encontraba. Era una habitación, pero nada comparado a una de un hospital, sino más bien al camarote de un barco, con la diferencia que la cama no estaba adosada a la pared, sino en el centro del cuarto. Las paredes tenían un lindo color rosa, y había globos alrededor con unos carteles que decían bienvenida, y otros que decían gracias. No tenía idea de porque me trataban como si hubiera tenido una enfermedad terminal y me hubiera salvado.

Empecé a posicionarme para levantarme pero cuando apoyé el pie en el suelo frío alguien entró en la habitación.

-Yo no haría eso si fuera tú. –me dijo.

Hastiada de que me dieran órdenes levanté la vista con un suspiro y lo miré fijamente. Me quedé pasmada.

Alto, rubio, y con unos ojos queparecían de otro mundo, verdes pero con tonalidades grises. Y lo más extraño ycoincidente de todo. Ya lo conocía.    

Diez mil añosWhere stories live. Discover now