En cuanto entro no puedo evitar sentir un nudo en mi garganta; es como si de repente estuviera reviviendo todos los momentos los cuales compartí aquí junto a mi familia y en especial, con mi padre.
Dejo escapar un suspiro diciéndome a mí misma mentalmente que no debo llorar, eso no me lo va a devolver o simplemente llevarme al pasado. Pero vamos, estoy viendo los sofás en los cuales papá me meció muchas veces, me contó anécdotas de cuando era joven y me llegó a decir cuán orgulloso estaba de mí. Esos sofás donde reímos muchas veces a la vez que mis tíos compartían una buena y fría cerveza.
Dejo el bolso a un lado junto a las otras cosas y me adentro un poco más sintiendo el polvo bajo mis pies hasta que llego a una gran alfombra que si mal no recuerdo era de pelusas color negra y ahora luce blanca por las telarañas y polvo. La casa sin duda es hermosa, estoy segura que si algún día la llegan a poner en venta no van a tardan en comprarla.
Consta de cuatro compartimientos: dos juntos y los otros dos en la parte de afuera, muy cerca de este. Pero aquellos sólo eran utilizados como depósito. Ahora estoy en la principal; está descuidada, no importa si ese señor amigo de la abuela viene algunas veces echarle un ojo ya que él no pintaría las paredes, no limpiaría los cristales que están cubiertos por periódicos ni quitaría el polvo de los sofás.
Observo la pequeña biblioteca con un espacio donde se supone va el televisor, una mesa con un florero y retratos cubiertos de polvo, la chimenea, fotografías colgadas en la pared junto con cuadros sobre el surf y una lámpara que no funciona, y es por eso que abro las ventanas para buscar más claridad. Camino hacia la parte de la cocina y comedor; la pintura de la pared está despegándose y sólo con pasar cuidadosamente mi mano, un trozo de esta cae.
—¡Joder! —chillo cuando siento que algo ha picado en mi pie y es una hormiga.
Quiero abrir las repisas a ver con qué me encuentro pero recuerdo las palabras de mi madre "no abras repisas, no sabes qué puede haber dentro de las mismas" así que mis manos lejos de ellas se están mejor.
Me dirijo al pasillo de baños y habitaciones, entrando primero al baño y el olor a húmedo llega a mis fosas nasales, y es que constantemente gotas caen de la llave del lavamanos y ducha. El agua sale amarillenta y las llaves están oxidadas. En la bañera o lo que alguna vez fue un jacuzzi, hay una gran cantidad de moho y debo reconocer que esta suciedad está haciendo que me arrepienta de haber venido.
No debo caminar mucho hasta llegar a las habitaciones; entro a la primera y es la que ocupaban mis abuelos, esa a los que ellos me llamaban la "fábrica de bebés", y mi inocencia me hacía creer que era así. El crujiente piso de madera me da escalofríos una vez que entro, y no me importa estar descalza recorriendo la casa. El colchón está fuera de su lugar de forma vertical recostado en la pared cubierto por ese plástico protector que suelen usar en las mudanzas, el peinador lleno de polvo y el espejo igual.
Desde aquí puedo ver las verdes palmeras cargadas de coco y el mar.
Ladeo mi cabeza reconociendo que estoy perdiendo tiempo recorriendo esto y desperdiciando esas olas. He venido aquí a practicar, a olvidar ciertas cosas un poco pero antes debo llamar a mi madre y decirle que he llegado. Salgo de la habitación y me dirijo al crujiente y polvoriento muelle que da hacia una piscina que está seca, con ramas y cosas dentro.
Observo mi móvil que está por descargarse y descubro que no hay señal.
—Relájate, Jennifer, relájate —inhalo y exhalo.
Me siento en un escalón sintiendo la temperatura vacante y mi teléfono suena sorprendiéndome.
—¿Has llegado? —rápidamente pregunta.
—¡Brigitte! —me siento como una náufraga donde debo aprovechar la señal—. Llegué hace quizás media hora, aquí no tengo señal por lo que supongo que estaré fuera de línea unas horas o quizás donde estoy justo ahora es donde llega señal. Avísale a mi madre que estoy bien, que tampoco se preocupe y que sí tomaré las fotografías que me pidió...
—¡Jennifer! ¡Calla y escúchame! Entiendo que no tengas señal porque siento como si estuvieras al otro lado del mundo, en el desierto o algo así, aun cuando estamos a cinco horas. Tu madre me envió un mensaje diciéndome que tu abuela o tío Jerry te llamó para decirte que debiste avisarle porque la cas...
Un tono, segundo tono, tercer tono, y la llamada se corta.
¿Mi tío Jerry llamándome? Si mal no recuerdo no lo hace desde ya casi un año. Muerdo mi labio inferior tratando de organizarme: primero entraré al mar y nadaré, haré el calentamiento adecuado y luego practicaré.
Pero aun así no puedo evitar sentirme nerviosa al saber que estoy sola aquí y sin señal.