Cuando llegamos a nuestro destino Román es el primero en bajar del auto y rodear el mismo para acercarse a mi lado y así abrir la puerta. Mira mis piernas una vez que estoy de pie, y puedo notar que está apenado.
—Siento que debo disculparme una vez más.
—Ya no te preocupes. Estaré bien, de verdad —sonrío intentando transmitirle seguridad—. Ahora si me disculpas tú a mí, debo ir con los demás.
—Oh, claro...
Capto que aún no le he dicho mi nombre y río.
—Jennifer, soy Jennifer Beltrán.
—Bien Jennifer. Ha sido un placer conocerte más no derramar mi café en tus piernas —sonríe—. Debemos integrarnos en nuestras ocupaciones, así que con suerte te veo después.
—Por supuesto.
Un señor se acerca a nosotros y tras intercambiar varias miradas se va con él a uno de los toldos. Miro la piel rojiza de mis piernas y suspiro. Si el director llega a notarlas estaré en problemas. Ante todo está la salud de las competidoras y si se entera de lo que me han dicho en enfermería sobre mojarlas, temo que pueda ser expulsada del desafío.
—Beltrán.
La voz del director me detiene cuando me dirijo al toldo donde están mis compañera. Bajo la mirada hacia mis piernas y doy la vuelta intentando no lucir nerviosa.
—Ha llegado tarde el día de hoy.
—Lo sé, y disculpeme. Tuve un pequeño inconveniente en el hotel y...
—Ya me han informado el motivo de su demora y es por esa razón que no le levantado la primera falta. Vaya ahora mismo a enfermería porque es necesario que la chequee uno de nuestros especialistas.
—De acuerdo.
Hago el intento de correr hacia los toldos donde está ubicada el área de enfermería pero ante el ardor que siento en ambas piernas debo llegar caminando con lentitud. Una chica me recibe con una sonrisa y tras explicarle lo que me ha pasado se va a un rincón con el director.
Los nervios están matándome, literal. Palmeo ambos muslos y maldigo en voz baja al olvidar por un momento dónde estoy y porqué.
—Estás de suerte hoy, Beltrán. Ella me ha dicho que todo a sido superficial y no tendrás problema alguno en competir. Sólo debes aplicarte la pomada que te han mandado en el hotel y hacer uso de un buen protector solar.
Sonrío tan grande que siento que me partiré en dos y claramente él lo nota porque me recuerda que debo ir a prepararme para las diferentes actividades el día de hoy.
Entro a los vestidores donde están la mayoría de las chicas y me informo un poco más de lo que ha dicho durante mi ausencia. Hay muchos camarógrafos y los fotógrafos capturando lo que más le llame la atención. Visualizo al hombre que mira a través del lente hacia las olas y me siento apenada cuando termina con esa toma y desvía su atención a mí.
Román es un hombre bastante simpático. Lleva una barba que parece ser muy característica de él, y es de contextura gruesa gracias a su trabajado cuerpo.
—¡Jenni!
Pedro se acerca sonriendo como de costumbre y lo saludo con un corto abrazo.
—¿Qué te ha pasado? escuché que tuviste un pequeño incidente antes de venir.
—Bastante pequeño, sí. Pero ya está todo en orden y mañana me verás en la competencia.
—Menos mal no pasó a mayores.
—He corrido con suerte, Pedro.
Una de las chicas se acerca a mí diciéndome que debo ir a donde guardan las tablas. Miro al señor frente a mí que sigue sonriendo cálidamente y hago una mueca antes de despedirme.
Algunos competidores hablan frente a las cámaras y sé que en cualquier momento llegará mi turno. Sostengo la tabla mientras converso con una de las chicas cuando de pronto tengo a alguien a mi lado con una gran cámara y otra chica sostiene el micrófono.
Así pasa el resto de la mañana y no es hasta que dan la una y media que nos permiten ir a almorzar en las cercanías de la playa. Dejo de responderle el mensaje a mi mamá cuando una de las chicas que competirán perteneciente a otro grupo se acerca invitándome para que comamos juntas.
—De acuerdo, no hay problema. Voy por mis cosas y nos vamos ¿vale?
—Claro, te espero aquí —sonríe.
Detengo mi caminar cuando visualizo a Román hacia nosotras muy decidido y al pillar que lo estoy mirando sonríe. La chica acomoda su posición y carraspea al darse cuenta también.
—Hola, ¿cómo van? —nos pregunta a ambas manteniendo su mirada en mi.
—Hola —es lo único que digo para después pasar a su lado e ir por las cosas.
No demoro ni cinco minutos en los vestidores, y para cuando vuelvo sólo está él.
—Se ha adelantado por cuestiones de tiempo —comenta encogiéndose de hombros—. Quisiera invitarte a almorzar para remediar lo de esta mañana ¿qué dices?, y prometo que no pediré café.
Río.
—Está bien, acepto.
No más al decirle eso una sonrisa se ha formado en sus labios y en cuestión de segundos nos dirigimos a donde se encuentran los autos estacionados.