Capítulo 3

84 13 1
                                    

—¿Entonces dices que piensas irte a donde tu abuela?

Cuestiona Brigitte mientras desayunamos y volteo los ojos por enésima vez ante su pregunta.

—¿Qué? —pregunta para luego morder su sándwich.

—Mi abuela no vive allí, Bri —bebo de mi café con leche—. Ella vive en New York. Sólo es una casa en una solidaria playa donde acostumbrábamos a ir con la familia, donde tengo años sin ir y que quizás me encuentre con un aspecto de casa embrujada, con telarañas y...

—Eso suena escalofriante. Tú sola en esa playa y en esa casa, además ¿que tal si ya no está? Lo has dicho, tienes años sin ir.

—Yo sí. Pero mi abuela le pedía a un viejo amigo que si no me equivoco aún sigue yendo de vez en cuando, aunque dudo que él se encargue de su limpieza.

—¿Y para cuándo piensas irte?

Termina con su desayuno y saca su pequeño espejo para mirarse en él y fruncir el ceño.

—Espero irme mañana mismo.

—¡¿Qué?! —abre sus ojos sorprendida.

—Vamos, tampoco es como si me fuera a Japón. Serán unas cinco horas de viaje desde aquí —me levanto de la silla recogiendo lo que hemos ensuciado para luego dirigirme a la cocina y lavarlo.

—¿Cuánto tiempo durarás?

—Iré por unos cinco días.

—Entonces volveré a verte en cinco días. Me parece bien. ¿Qué harás ahora después de terminar con eso? —señala los platos sucios.

—Iré a Playa Grande, debo retirar a mi bebé y pedirle un par de consejos a Pedro.

—¿Pedro?

—El señor...

—Sí ya sé, pero pensé que había muerto hace mucho tiempo.

—¡Bri! El señor Pedro es prácticamente como un tercer padre. Ha estado conmigo apoyándome en eso de las prácticas.

(...)

Sonrío una vez que estaciono el auto frente a la pequeña casa, o eso es lo que parece la escuela donde vengo asistiendo desde hace años.

—¡Niña Jenni! —miro al frente para encontrarme a un Pedro limpiando algunas tablas— ¿qué te trae por aquí? Recuerdo que me dijiste que te tomarías algunos días en venir.

—Hola —sonrío acercándome para abrazarlo— sé que dije eso, pero vine aquí por mi bebé —bromeo.

—Bebé que está en un buen estado ya. Sígueme, la tengo en el cuarto donde acostumbras a dejar tus cosas.

Sin decir más nada comienza a caminar, no sin antes posicionar una de las tablas sobre la arena y yo no tardo en seguirlo, sintiendo la caliente arena hundirse ante mis pisadas.

Espero afuera mientras que rápidamente él busca lo que me pertenece.

—Muchas gracias.

—¿La llevo a tu auto? —pregunta amablemente.

—Hmm, no creo que entre —río—. Pero veremos qué podemos hacer.

Salimos de la pequeña pero acogedora casa de la playa para caminar a donde se encuentra aparcado mi auto. Pedro se adelanta y yo me distraigo viendo a Samuel, mi mejor amigo, y sorprendiéndolo por detrás me acerco a él para saludarlo.

—Jenni ¿que haces por aquí? —sonríe. Le dice algo a su acompañante con el cual parece tener una agradable conversación y me acompaña al auto—. Me temo que no podrás llevar a tu bebé en ese auto.

—Temo lo mismo —meto las manos en el bolsillo de mi short—, pero Luis esta vez no pudo traerme. Por lo que me tocó venir en mi diminuto auto.

—¿Por qué la has venido a buscar?

—Como sabrás, quedé seleccionada para concursar a ver si estaré en el campeonato.

Algo así comentó Pedro, se le notaba muy orgulloso también ¿eh?

Miro a Pedro y sonrío para después asentir.

—Entonces quiero practicar en algún lugar donde no haya estrés y pensé en una antigua casa de mi abuela.

—¡Felicitaciones por lo del campeonato! —sonríe—. Si hay alguien que lo merece eres tú.

—Gracias.

—¿Entonces no hallas cómo llevar a esa gran tabla en esa cajita? —pregunta refiriéndose a mi pequeño auto— ¿y para qué están los amigos? Puedes dejarla aquí y mañana por la mañana saldremos a donde sea que quede esa casa.

—No quisiera moles...

—No molestas. Mi auto es lo suficiente espacioso y no sería la primera vez que traslado una tabla en él. Dime ¿a qué hora querrás que te lleve mañana?

(...)

—Aquí está —avisa mi madre bajando las escaleras mostrándome un manojo de llaves—. Creo que es la segunda o la cuarta, o quizás debas intentar con todas.

—Perfecto —las guardo en mi cartera—. Entonces estaré avisándote cuando llegue.

—Me parece bien hija. Cuídate y recuerda tomar fotos, porque quiero ver qué tal todo por allá, ver cómo sigue la casa donde quizás tu padre y yo te concebimos.

Río y la abrazo una vez más.

—Seguro, quizás te envié las fotografías. ¿Lauren duerme?

—No, salió con Luis a comer un helado.

Mi mamá no ha tomado mal la idea de que vaya a esa casa a practicar lo que adoro, pero sí le sorprendió cuando mencioné ese lugar después de tantos años. 

Cuando llego a mi departamento le envío un mensaje a Samuel diciéndole que nos iremos como a las ocho de la mañana. Me ducho, ceno y me encargo de ordenar mis cosas.

Waves and Love (Prince Royce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora