Capítulo 1

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Con una emoción bastante notable en mi rostro agarro las carpetas y mi cartera que yacen en el asiento de copiloto del auto para luego bajar asegurándome de bloquear el mismo.

Ya estando frente la casa de mi madre busco el manojo de llave abriendo con la misma la cerradura. Siento que estoy a punto de dar pequeños saltos de alegría y no es para menos; en mis doce años siempre he soñado con que me dieran esta noticia pero ahora sé que esas fuertes prácticas y entrenamientos bajo el sol han valieron la pena.

—¿Se puede saber a qué se debe esa cara de felicidad? —escucho la voz de mi madre y me ha tomado por sorpresa ya que no me había percatado de su presencia frente al computador.

No me contengo más y salto a abrazarla mientras chillo de alegría. Tiro mi cartera a un lado y río.

—Jennifer, me asustas. ¿Qué hay de nuevo contigo? Creí que no te vería al menos en tres días.

Ignorando sus preguntas le entrego el papel. Ese papel que sé que ella también deseaba ver en años anteriores y que por fin está leyendo. Muerdo mi labio conteniendo aún mis ganas de gritar muy fuerte y poco a poco esboza una sonrisa.

—¡Hija! ¡Esto es maravilloso!

—Lo sé, lo sé —cubro mi rostro—. Dios mío, casi me da un ataque del corazón cuando me han informado de eso. ¿Sabes lo que significa, no?

—¿Fuertes entrenamientos y posibles ahogamientos? —bromea y se sienta en el sofá.

—Pues eso también, pero significa que quizás y si me esfuerzo lo suficiente como lo he hecho en los últimos años pueda por fin cumplir uno de mis sueños e ir a Brasil o Hawái —una vez que me siento a su lado ella pasa su brazo por encima de mi hombro.

—Estoy tan orgullosa de ti y sé que tu padre también lo estaría si estuviese físicamente con nosotros, hija. Pero ahora sé de dónde has sacado esa valentía de enfrentarte a las olas.

Quito los papeles de sus manos dejándolos en la mesa y abrazándola mientras ella besa mi mejilla.

—No me extrañaría que fueses la Alana Blanchard de la familia.

—Por fin recuerdas su nombre. Las veces anteriores lo olvidabas o le llamabas Ana.

—Tener una hija que suele ver canales televisivos de Surf me hace tener un poco de conocimiento sobre ese deporte.

—¿Lauren duerme? —desvío el tema preguntando por mi hermana de apenas tres años.

—Ha quedado agotada luego de su ducha y almuerzo.

Río y niego; si mi hermanita sigue en ese plan terminará siendo una niña bastante perezosa.

(...)

Estoy casi toda la tarde en casa de mi madre hasta que se hacen las ocho de la noche y media hora después estoy llegando a mi departamento. Luego de ducharme y de hacerme miles de ideas de mí sobre mi apreciada tabla de surf, decido ir por algo de comida rápida regresando con una envoltura de hamburguesa y papas fritas.

No me sorprende cuando Lucas está justo en frente de la puerta tocando el timbre, sólo basta con que las puertas del ascensor cierren nuevamente para que él note mi presencia y me regale una de esas sonrisas que adoré en algún tiempo.

—Jennifer...

—Lucas —utilizo su mismo tono de sorpresa.

Saco las llaves del bolsillo de mi suéter y él se aparta para darme espacio a abrir la puerta pero noto sus intenciones de entrar una vez que yo hago lo mismo y giro sobre mis talones para pedirle que por favor ni se inmute en hacerlo. No necesito escuchar sus disculpas o estúpidos discursos acerca de que lo que yo he visto en unos de los baños ha sido un error.

Él con total tranquilidad suspira desde la alfombra.

—Escúchame...

—¡No tengo nada que escuchar y por favor no insistas! Sabes perfectamente que odio que insistan una y otra vez, debiste pensarlo antes de irte con aquella estúpida pelirroja.

—Es que...

Entrecierro mis ojos mentalizándome para no armar un escándalo en el pasillo del edificio y abofetearlo por enésima vez.

—Los vi Lucas, simplemente no puedes venir a mi departamento a decirme que lo que yo vi fue un error. Llevaba rato observándolos aun cuando mi corazón se estaba haciendo pedazos. Tengo veinticinco años, no dos o tres para no entender lo que es dar un beso.

—Yo sólo fui a buscar la tabla para el próximo entrenamiento y ella...

—Respóndeme algo —dejo las llaves a un lado y me cruzo de brazos—, ¿la tabla de surf estaba en su boca? Porque me has dicho que fuiste a buscar tu jodida tabla y resulta que cuando fui por ti a buscarte porque tardabas demasiado —resoplo— qué tonta fui, sí... ¡Resultas que estabas besuqueándote con ella!

—Ok. Veo que no tienes ni la más mínima consideración conmigo.

—Consideración deberías de tener tú, o debiste tener —sonrío hipócritamente—. Pero tranquilo, porque si lo que te preocupa es que vaya a cortarme las venas como en las típicas novelas o películas te doy mi palabra de que no. Además eso ocurrió hace una semana y no creo que a estas alturas cometa una locura por "amor" —hago comillas.

—¿Tu familia ya lo sabe? ¿Tu madre?

—Para ella fuiste el novio encantador que debía tener, y para Lauren que aun sin comprender qué papel hacías en mi vida también fuiste un chico encantador y divertido. Pero no, aún no lo saben.

—Entonces creo que iré a casa de tu madre a decirle y... comentarle también que me iré a Australia. Ya sabes, el campeonato.

Estrecho mis ojos pero luego me doy cuenta de que realmente luzco sorprendida ante su partida temporal y me limito a asentir.

—Cierto, cierto que por eso te acostaste con la hija del director, para tener ese puesto.

—Piensa lo que quieras. Debo irme.

Mete sus manos en el bolsillo, y da la vuelta.

—Adiós Jennifer. Sólo déjame decirte que sí fuiste una excelente novia y amiga durante nuestra relación.

—Ya vete, mi hamburguesa terminará por ponerse fría.

Asiente lentamente como si aún no ha captado que no nos veremos durante cinco largos meses o más, depende si logra pasar a la segunda etapa de la competencia. Aunque deseo que realmente pase y no por no verlo más sino que él realmente tiene un gran potencial para lo que hace.

No digo más y cierro la puerta con fuerza. Vale, lo admito, aún lo quiero y odio las despedidas.

Waves and Love (Prince Royce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora