[6] Invadido

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No existía otro sentimiento más que la angustia perforar su corazón. Esa solvencia de culpa y pena no la dejó dormir toda la noche, y aunque el Patriarca le dio un buen sermón, ella no se detuvo si quiera a pensar en que estaba haciendo mal en seguir contradiciendo.

Sage mandó a encerrarla pero ella logró persuadir a las vestales para huir hacia la casa de Leo, la cual por cierto quedaba bastante lejos de la Cámara del Patriarca y por consiguiente tal vez seria pillada en pleno escape; Alhena se había escondido muy bien en la casa de Acuario pues oyó que Degel estaba descifrando la enfermedad de Regulus, nuevamente la culpa la lastimó.

Él había hecho lo mejor que pudo para darle un espectáculo. Esperó que Kardia y Degel se marcharan del templo, salió detrás de un gran andamio que albergaba libros, para su suerte no la pillaron. Corrió como pudo y marchó hacia la siguiente casa: Capricornio, la cual netamente no conocía ni siquiera se acordaba quien custodiaba el templo, tal vez relacionarse con los guerreros de élite era la mejor opción que tenía para saber por lo menos con quienes estaba conviviendo.

—Bu-buenos días ¿podría darme permiso para entrar a su templo señor caballero de Capricornio? —la educación era lo primero, Alhena sabía que por lo menos debía dirigirse así a los más adultos. Sin embargo, nadie respondió—; de acuerdo, pasaré.

Pues no tenía tiempo de esperar que alguien se presentara en Capricornio le accediera el permiso respectivo. Alhena caminó con cuidado por el frio y silencioso pasillo de la gran casa aunque no se tomó la molestia de contemplar las cosa que adornaban; sin embargo, cuando menos lo esperó sintió que algo no iba bien, y se dio cuenta de ello cuando se volteó para esquivar una daga que terminó por aterrizar contra la pared.

—Cuando se entra a una casa sin permiso se puede poner a prueba nuestras reflejos—la voz indiferente, fría y muy dura hizo que Alhena crispara los puños—, ¿A dónde cree que va señorita?

—Oiga, casi me corta el cuello—gruñó la chica buscando con la mirada al hombre que la atacó—; tengo que ir a la casa de Leo señor, así que por favor permítame pasar por su casa.

El Cid se dejó ver, vestía un polo, pantalones oscuros y calzados de cuero que usaban para los entrenamientos. La chica se puso rígida al ver esos ojos oscuros que parecía querer destruirla sin pena o por lo menos dejar en claro que ella solo era un ser insignificante ante su presencia.

—Es la invitada de su Ilustrísima, la escoltaré devuelta a su residencia.

—No puede prohibirme ver a Regulus.

—Las ordenes de su Santidad fueron claras, nadie a excepción de Degel de Acuario y Sísifo de Sagitario deben interrumpir en el Templo de Leo—la chica no sabía porque razón estaban siendo tan estrictos—. Es posible que esté bajo sospecha señorita, después de todo usted fue la única que estuvo con Regulus.

Si algo molestaba deliberadamente a Alhena era la manera en que se le culpaba por cosas sin sentido o que simplemente ella no tenía nada que ver, pero en cierta parte, muy dentro de ella, sabia que El Cid tenía toda la razón, y que el pobre chico estaba inconsciente porque fue ella que le animó a que ejecutara esas técnicas.

—Será mejor que no se retrase.

Ella no había llegado hasta allí únicamente para volver. La angustia la estaba consumiendo, era importante que por lo menos saber si su amigo no estaba tan grave. Miró al español, el cual le daba la espalda, y sintió muchas ganas de refutar, pero esperó, se mantuvo alerta cuando él ya estaba a unos metros de ella solo para efectuar su escape lejos de El Cid.

[Finalizado] Giro del Destino [Temporada 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora