[29] Lo que nos sigue

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Las horas se hicieron días, de las cuales conllevaron a resultar un progreso negativo en lo que cabía desde el momento en que ella asumió el mando. En un principio, las cosas resultaron un poco peculiares al son de la manera en que esa persona tomaba y decidía acciones para el Santuario, pero poco a poco parecía que el placer del poder la estaba haciendo cometer injusticias.

Alhena demostraba no un liderazgo sino más bien una especie de dictadura, algo que la máxima representante de las vestales adjudicó como una buena mano dura para controlar todo alrededor, y eso no podía ser aceptable para los caballeros sino fuera porque, en esos últimos días, la Villa de Rodorio sufrió varios atentados; el modus operandi era tan igual como se oyeron en las aldeas o villas aledañas, donde muchas de ellas fueron depredadas por un grupo de guerreros y, según la descripción, aquello no era más que alzar la sospecha de que los espectros habían vuelto a sus andanzas, que seguramente Pandora y sus jueces estaban buscando alguna clase de venganza, y era por ello que Alhena decidió redoblar la seguridad en el Santuario, aunque también alojó a varios civiles heridos, familias que perdieron sus casas y parientes, todo ello se había consumado en una terrible necesidad de cambiar planes.

—Solo le está importando asegurar este lugar—dijo la joven curandera tras vendar la cabeza a un anciano—; las cosas se están saliendo de control. Creo que debería de enviar a los caballeros dorados a ir tras ellos.

—Además de mandona, se ha vuelto un poco antipática ¿no creen? —comentó Pefko bastante fastidiado, no contra la situación, sino ante alguien a la que pensó sería una dulce chica—; ¿quién se cree para echarnos? Nosotros hemos ayudado al Santuario y el señor Sage nos dio su consentimiento de ser bienvenidos.

—Seguramente tiene sus razones, no te enojes.

—Lo siento Agasha, pero Alhena no es más que una presumida, desde que mandó a encerrar a Catalina, se ha metido a la idea de dudar de nosotros también.

Agasha no quiso darle la razón a su amigo, pero debía de admitir que la chica a la que consideró su amiga se comportaba de una manera tan poco de ella, tan cruel y dura, tan arrogante, antipática y hasta creída. Aún no le pasaba ese dolor de ser humillada, y que precisamente Alhena permitiera que un grupo de vestales le hicieran daño…, especialmente aquella doncella que tuvo la aprobación de Madame Máxime para estar cerca de Albafica de Piscis.

Ella era una vulgar pueblerina, tan tosca y poco educada. Pero Ginela era un acopio perfecto de la dama de sociedad.

Frunció el ceño, soltó los vendajes y contuvo las ganas de gritar. Agasha estaba frustrada con esa situación, con ese asunto que la llevó a dividirse con Albafica, y a la vez se suponía que Alhena sabía de su relación clandestina, pero al aceptar que Ginela pasara cerca a Piscis fue una especie de golpe traidor. Intentó no llorar.

—Calma Agi—dijo el muchacho pecoso tras ayudarla a mantener el equilibrio—, llevas días sin comer, casi no duermes y estás tan metida en este trabajo que me preocupa tu salud.

—Solo me siento débil, es todo.

—Estás así desde que Alhena te prohibió visitar los templos a no ser que fueras escoltada por un soldado cuando ella lo demandara—el chico entregó algunas cosas a otros jóvenes que apoyaban en cuidar a los heridos—; además…, lo siento, creo que todo esto te aflige desde que el señor Albafica te pidió no ingresar a su templo.

[Finalizado] Giro del Destino [Temporada 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora