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Me duele el maldito estómago y aun así no puedo parar de reír, su carita llena de esperanza es la cosa más hermosa que he visto, pero no puedo dejar de pensar en cómo se verá cuando le destroce todos sus sueños justo en sus narices. Esto es perfecto, simplemente perfecto, es la mejor situación para romper la mente tan débil de Angela.

Respiro hondo para, poco a poco, cesar mi risa. Hace tiempo que no me reía así, creo que desde Julieta y Romeo con su "maravilloso plan", pero pronto tendré que ir a ver a ese Carter, no quiero que arruine nada, si el muy hijo de puta está enamorado de ella necesitaré que sienta algo totalmente contrario.

Busco a mis compañeros con la mirada, encontrándome primero con Storm; sigue sin soltar la foto que cogió desde un principio y no parece cansarse de verla, tal vez la hija del encargado sea digna, en otras palabras que tenga pechos y nalgas, el muy cabrón tiene mucha atracción a esas áreas. No entiendo del todo porque, son zonas que con el tiempo dejaran de ser como antes, crecerán o caerán, se llenaran de estrías o manchas, en cambio los ojos son distintos.

— Oye, Sasha –volteo hacia la izquierda, esperando ver alguna idiotez y Miguel está sentado a mi lado, no me he fallado. – ¿ya viste esto? – pregunta poniendo frente de mi un jarrón, por el diseño que posee puedo suponer que es chino, pero es la palabra "fuerza" escrita en palabras chinas que me lo confirma.

— Ya lo vi ¿qué con él? – arqueo una ceja, sé lo que viene a continuación.

— Es perfecto. –sonríe y sus ojos cobrizos con verde brillan, es un niño en muchos contextos, pero con las cosas humanas es más que un niño. Es un enamorado. – Es de origen chino ¿lo sabías? – Sí, ya lo sabía, pero decido negar con la cabeza, no quiero ser quien mate esa sonrisa estúpida en su rostro. – ¿Sabes? La cultura china es una de mis favoritas, nunca se quedan atrás y siempre están innovando cosas o creando más, pero no hacen algo por los demás; sólo crean cosas que hacen a los demás dañarse. La mexicana, por otro lado, es más colorida, significativa y adopta muchas tradiciones, creo que mientras sea fiesta y se viva bien es bien recibida. También es muy sabrosa – gime con exageración. – Amo el arte culinario de México.

— Miguel, tu amas todo lo que tenga que ver con los humanos. –le digo sonriendo, es imposible enojarse con este chico consentido. – Pero no te diré que no, la comida de los humanos tiene algo que hace a cualquier paladar derretirse.

— Déjame te aclaro que no amo todo. – me señala con el jarrón. – No me gustan sus inseguridades, sus miedos o penas, son cosas que no les dejan avanzar, pero con esas cosas yo vivo... sí, supongo que amo todo.

Niego con la cabeza, me cruzo de brazos y paseo mi vista por la zona de estar, y es cuando me doy cuenta de algo faltante.

— ¿Dónde está Salem? –le pregunto a Miguel, quien aún no deja el jarrón en donde sea que lo haya agarrado, espero que no nos meta en problemas con eso.

— Dijo que tenía hambre y salió. – me ve frunciendo el ceño. – ¿Cuánto puede estar uno como él sin comer?

— Depende de su última comida.

— ¿Cómo?

— Supongamos que su última comida fue un niño de sólo cinco meses de edad, las pesadillas de ese crio no irán de oscuras imágenes, gritos o papá o mamá haciendo caras feas, – recuerdo brevemente la imagen de Madre, la forma en que me vio cuando en mis brazos dejo el regalo... es algo que todavía me quita el sueño hoy en día. – pero si el chico tiene cinco años los malos sueños tendrán más poder, pues sus padres le dirán que debe enfrentarse a ello, sus compañeros de kínder le harán burla y el mismo se atacara negativamente; el tiempo de vida de un humano le limita a un Ébano el alimento. Entre más fuerte y traumatizante la pesadilla, mejor será el alimento.

Saga Seducción: MentalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora