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Oh, mi dulce, Angela. Cubro mi cara con ambas manos, sintiendo un inmenso dolor en el pecho; no creo poder seguir adelante, sin embargo, sé que si flaqueo su dolor será horrible y espantoso, quedara en un estado mental terrible y para mantenerla tranquila deberán sedarla día y noche, parecerá muerta pues su voz no tendrá sentido para los demás y su cuerpo caerá si no la ayudan.

Es por eso que debo destruirte hoy, no quiero que sufras ni me odies, no quiero verte perecer día con día, tras el pasar de los años. Suelto un suspiro y me coloco la chamarra de lana que yacía sobre la cama, sin Angela a mi lado el calor de mi cuerpo humano desaparece. Es extraño pasar frío, calor cuando nunca lo había hecho. Hable de eso en algún momento, incluso llegue a bromear con Storm de Salem, ya que al ser capaz de habitar los sueños y poder hacer todo lo que piensa, experimento con muchas cosas.

Salgo de mi habitación, dejando la puerta abierta incluso cuando ya he salido, camino hacia el cuarto de Miguel, es el único que necesito en este momento, pero al intentar abrir su habitación esta se encuentra cerrada, cabrón de mierda de seguro esta con la mucama de nuevo. Desde que la escogió y se la cogió no la ha dejado, cada dos o tres horas ya está sobre de ella como un perro sobre un hueso, tal vez debo explicarle algunas cosas antes de que todo acabe. Llamo golpeando tres veces y es cuando por fin Miguel me atiende.

Su cabello es un desorden, dos nidos de aves sin duda alguna, y gracias al continuo consumo de alimento ha crecido en altura y musculatura a lo pendejo, estupendo... Ahora es más alto que yo, bien. Esto verdaderamente me molesta, ¿por qué mierda no pudo quedarse como el día que me lo entrego Madre? Pequeño, tierno y adorable, además de obediente ¿por qué?

Sus ojos brillan con fuerza y destrucción, perversión, pero no dejan de ser maravillosos y hermosos. Miguel sonríe radiante, antes de pasarse una mano por su cabello, pero de inmediato sus dedos se atoran entre sus cabellos.

— ¿Qué pasa, Sasha? —me pregunta, rindiéndose con su cabello para poder estirar sus brazos.

— Necesito decirte algunos puntos muy importantes respecto a nuestra alimentación, Miguel. —le veo recriminatoriamente. —Te estás pasando con la joven mucama.

— De acuerdo. —pone los ojos en blanco.

— Y también necesito que me acompañes, hoy Angela verá a ese pendejo y —balanceo la cabeza de un lado a otro— no quiero que los transeúntes se asusten cuando me vean dos cadáveres.

— Oh —hace una mueca. — déjame me arreglo y recojo rápido mi habitación, además de tomar unas cuantas bolsas de basura y un pasa montañas.

Asiento a pesar de su bromita, él cierra la puerta y me dirijo al sillón de la sala, me dejo caer y rio al ver mi descuido, el cual descubro cuando escucho un ronquido. Me he sentado arriba de Salem, pero no se queja ni siquiera se mueve; está dormido con una sonrisa de oreja a oreja, su respiración un poco acelerada y bajo de mí puedo sentir lo rápido que late su corazón, pobre la criatura que sea el blanco de este tipo.

Es un enfermo, incluso Señor tuvo que bloquearlo en varias ocasiones al ver que se entrometía en sus sueños una y otra vez, cosa increíble ya que él es muy bueno detectando a quien irrumpa en su descanso. Sin embargo, Salem siguió adelante sin ser detectado, burlándose del alto mando y su "poder", siempre nos contaba orgulloso de como había hecho que Señor cogiera con una gallina o se vistiera de mujer en los sueños.

Todo iba bien hasta que Señor habló conmigo muy seriamente, reprendiendo mi forma de mandar y de líder, sabiendo lo orgulloso que era, fue obvio que usaría esas palabras para que yo controlara de mejor manera a Salem y le pusiera un alto.

Saga Seducción: MentalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora