Cerró de un fuerte portazo y comenzó a andar a paso ligero para alejarse de allí. La discursión había sido tan fuerte que le temblaban las manos de gritar. Tenía que calmarse o la presión en sus arterias lo haría explotar de un momento a otro.
Ya no había vuelta atrás. A partir de ahora viviría por y para cumplir sus sueños. Sus padres no le iban a impedir nada más.
La residencia Altea era una de las más cercanas a la ciudad universitaria. Era conocida por la gran cantidad de ayudas que ofrecían para que todos los estudiantes tuvieran un sitio en el que alojarse. Pero también era famosa por las fiestas y las chicas, algo que a Lance le sugería demasiado.
Adoraba a las chicas. Y ellas a él. Tenía el pico de oro perfecto para camelarlas y llevárselas a la cama. Guapo, sexy y con dinero. Sin duda un chico por el cual alguien caería. A veces pecaba por su arrogancia, pero las volvía locas a todas.
Tras la pelea de aquella mañana necesitaba un buen polvo para curar todas sus penas. O tal vez más de uno. Y su nueva casa celebraba una fiesta de bienvenida aquella noche.
Su madre le financiaba a escondidas de su padre la residencia, y también pagaba los estudios de arte.
El dibujo, la pintura... era su vida. Desde que tenía memoria recordaba pasar tardes enteras pintando con acuarelas (no siempre en papel, las paredes siempre habían sido un buen lienzo). Conforme avanzó su edad también lo hizo su nivel. A escondidas de sus padres había recibido clases y se había convertido en un gran artísta.
Y sólo le quedaba realizar sus estudios finales en la Escuela de Artes. Serían cuatro años duros e intensos en los que además del lienzo y el papel tocaría la escultura, la arcilla, azulejos... era simplemente maravilloso.
Sonrió para sí mismo al imaginarse andando por esos pasillos llenos de pasión. Sólo quedaban dos días para recorrerlos como alumno.
Su padre era quién más pegas le había puesto. Decir que quieres ser artísta en una familia rica de ingenieros y médicos es complicado. Y más siendo hijo único, heredero.
Sabía que era difícil ganarse la vida dedicandose a las artes, pero confiaba en su capacidad y su talento. Y les demostraría que valía.
Mamá había accedido a darle el dinero mensualmente para su manutención también. Como la quería. Ella no estaba del todo contenta con su elección, pero al menos no se lo había prohibido amenazando con desheredarlo. Una familia debería estar para apoyarse, no para hundir sueños.
Pero no todas las familias eran perfectas.
Caminó por la calle del Castillo y buscó ansioso en número 101. Su nuevo hogar lo estaba esperando.
-Vaya...-dijo sonriente al ver la fachada de la residencia. Era tarde, se escuchaba música dentro. La fiesta ya debía de haber empezado. Al entrar, se topó con la recepción donde una amable señora de unos 50 años le dio su llave y la bienvenida. Había muchas maletas acumuladas de algunos recién llegados que habían preferido ir antes a la fiesta.
Última planta, habitación 417. Tampoco quería perderse la fiesta, así que subió para dejar el equipaje.
La habitación era bonita y grande. Había dos camas, una pegada a la pared izquierda y más en medio con una mesilla a cada lado. Aprovechó que su compañero de cuarto no había llegado para cojer esa cama. No quería despertar a los vecinos cuando se trajera chicas a su cuarto golpeando la pared. A los pies de la cama izquierda había un baúl de madera y en esa misma pared había un enorme escritorio con estanterías sobre él. No lo usaría mucho, que se lo quedase su compañero. Había dos armarios, y un buen espacio que ocuparían sus caballetes.
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BLESSED [Klance]
FanficLa adolescencia no es una parte de la vida fácil, y menos lo es aun dejar tu casa para ir a la universidad... a veces. Lance deja atrás a sus padres para vivir su sueño de ser un artista, aunque deberá renunciar a muchas comodidades de su rica fami...