No podía evitarlo. Aunque me lo negaba a mí misma cada día de mi vida, Ryan seguía estando en mi corazón y no podía olvidarle. Al ver a Ale, entristecí pensando que ella podría haber sido yo, si el hombre del que estaba enamorada no se hubiese comportado como un animal en celo, y lo peor de todo, con mi propia y única hermana menor. Cuando me percaté de que mi rostro estaba totalmente manchado, cogí mi bolso, que afortunadamente había llevado conmigo al baño, y saqué un pequeño neceser. Me volví a maquillar hasta quedar totalmente perfecta y sin ninguna señal de mi pena interior. Al salir vi a Ale sentada en el sofá, esperándome, con el rostro sombrío. Se levantó y vino a mi encuentro.
— ____, ¿estás bien?
— Oh, sí. No te preocupes. – Intenté sonreír, aunque apenas pude.
— Perdóname. No pensé que acompañarme te fuese a entristecer de este modo.
— No es por tu causa. Yo me alegro mucho por ti.
— ______, no te preocupes. Tarde o temprano pasará. No has intentado conocer a nadie después de lo sucedido con Ryan y eso no es sano. Tú tienes derecho a ser feliz. No te encierres en ti misma. La soledad es buena durante un tiempo, pero no eternamente. -La miré, sopesando sus palabras, y suspiré. Sonreí y le di un abrazo, mientras alagaba lo guapa que estaba vestida de novia.
— Bueno, querida. Ahora te toca a ti.
— ¿Qué?
— ¿Pensabas ser mi dama de honor sin llevar un traje especial para la ocasión?
Ante sus palabras me quedé sin habla. En ningún momento me había pasado por la cabeza ese detalle. Ale fue a quitarse el traje y en unos minutos ambas cambiamos posiciones. Me vi encerrada en un probador con un vestido de tirantes, hecho en satén, de color púrpura y con un fajín dorado que le daba un aspecto muy elegante. Los zapatos estaban forrados con la misma tela del vestido y eran preciosos. Mientras admiraba mi aspecto en un gran espejo, el teléfono de Ale comenzó a sonar y se entretuvo charlando hasta que me reuní con ella, un rato después, ya de vuelta con mi ropa. Tras cortar la llamada, fuimos hasta la caja y Ale pagó los dos vestidos. Insistí en abonar el mío, pero se negó.
— Mi futura suegra me ha dado el dinero para comprar el traje de novia. Resulta que el que me he comprado tiene un importe inferior al que ella pensaba y con eso te he comprado el tuyo. – Rió por lo bajo y me dio la mano para salir de la boutique.
Guardamos los vestidos en el maletero de su coche y tras esto, nos dirigimos al hotel donde nos esperaba Michael y su amigo. Como en la ocasión anterior, Ale se desplazó a una velocidad superior a la permitida en pleno centro de la ciudad. Para mis adentros me dije que tenía mucha suerte de que no la detuviesen por exceso de velocidad y le quitasen el carnet. El hotel en el que iban a celebrar el enlace era espectacular. Era un cinco estrellas gran lujo. Me sentí pequeña al estar en un lugar como aquel.
Ale ya había estado ahí con anterioridad, así que sabía perfectamente donde se ubicaba el restaurante. Yo la seguí en silencio, un poco cortada y sonreí al sentir la mirada de uno de los camareros. Me miró de arriba abajo y en sus ojos pude observar que se había sentido atraído por mí. Ale rió por lo bajo y me cogió de la mano para que no me quedase atrás. Cuando entramos en el restaurante nos detuvimos a hablar con el maître que estaba en la recepción del mismo y Ale le dijo que teníamos una reserva para la degustación del menú. Éste la informó que su prometido ya nos estaba esperando. Avisaron al camarero que justo antes me había escudriñado con su mirada, y éste nos acompañó hasta una zona reservada del restaurante. Me observó de arriba abajo una última vez y sonrió. Me ruboricé al darme cuenta que estaba claramente demostrando que estaba interesado en mí y sonreí.
Cuando Michael nos vio llegar, se levantó inmediatamente y su amigo, que estaba de espaldas a nosotros, le imitó. Ale y Michael se besaron y se dieron un abrazo tan sensual que me hicieron enrojecer. Reí por lo bajo e intenté mirar a otro lado para darles cierta intimidad. En ese momento, su amigo reparó en mí y me miró. Yo no me había dado cuenta porque estaba intentando ignorar a la parejita enamorada.
— Hola, soy Harry . – Se presentó.
Al escuchar su voz me giré para saludarle. Iba a decirle mi nombre pero me quedé en blanco. Mi corazón comenzó a latir con fuerza y tragué saliva, intentando tomar el control sobre mí misma. Sus ojos verdes eran tan profundos y tan hermosos que por un instante me perdí en ellos. Cuando comencé a reparar en el resto de su rostro, perdí el aliento. Jamás me había sentido así, ni cuando conocí a Ryan. Todo esto sucedió en tan sólo unos segundos, pero para mí habían sido tan intensos que me parecieron horas.
— Hola… - Contesté, casi sin aliento y me aclaré la voz - Soy _____. – Sonreí y tomé la mano que me estaba ofreciendo en señal de saludo formal.