Capitulo 2

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Entré en el baño y me quité la ropa a toda velocidad. Abrí el grifo y una vez estuvo el agua templada, entré. Cinco minutos después, ya estaba secando mi cabello; y mi cuerpo enroscándolo en una enorme toalla.

Tomé el secador y estuve arreglando mi cabello durante otros diez, mientras que Ale me esperaba sentada en el salón, fumando un cigarrillo y viendo la televisión. 

Cuando salí de mi dormitorio, vestida con la topa que ella misma había elegido, esbozó una sonrisa triunfal, y se levanté. Corrió de nuevo hasta mi habitación y tras hurgar en mi armario, cogió una rebeca de hilo. 

– Por si se nos hace tarde. –Explicó mientras me la ofrecía. – Estás muy guapa con el recogido en el cabello. Vámonos ya. Estoy deseando probarme el vestido e ir a almorzar con mi futuro marido.

Sonreí y salí del apartamento tras ella, deseando en lo más profundo de mi corazón que Alejandra lograse ser feliz durante ese contrato absurdo llamado “matrimonio”.

Ale conoció a Michael el año pasado durante unas vacaciones en la Costa Azul. Ella acostumbraba a hacer ese tipo de viajes con sus padres y hermanos todos los veranos. Pertenecía a una familia adinerada y de una reputación intachable, como bien decía su padre, una y otra vez, recalcándolo cada vez que discutía con su alocada e impulsiva Ale.

Michael siempre me pareció un hombre muy atractivo y varonil; pero no era mi tipo. Su cabello rubio ceniza contrastaba con sus ojos grises. Su mentón era cuadrado, aunque su rostro delgado, y su nariz, recta, le daba un aire muy sexy a todo el conjunto.

Cuando salimos del edificio de apartamentos, caminamos unos metros hasta encontrar el alfa romeo, rojo y descapotable, de Ale. Aquel fue el regalo de sus padres al terminar la carrera de Derecho. Yo, por el contrario, prefería los autobuses y los metros, pues me daban el tiempo necesario para evadirme en mis profundos pensamientos y dedicarme en mi pasión: la lectura.

Mientras conducía a toda velocidad por plena ciudad, Ale me miró de soslayo y sonrió.

– Estás muy guapa.

– Gracias, es que tengo una amiga que elije muy bien mi ropa.

– Pues tu amiga por lo que parece se ha olvidado de algo importante.

– ¿Qué me falta?

– No recordé los pendientes, las pulseras y el collar.

– No te preocupes. No es importante.

Ale observó, de nuevo, mi atuendo y buscó un lugar donde detener el coche. Buscó un neceser en la guantera y de allí cogió unos pendientes de plata.

– No llevo ningún collar, pero al menos esto sí que te lo podrás poner.

– Ay, Ale, no te molestes. – Protesté.

– No es molestia. Sólo quiero que estés perfecta. Toma dos de mis pulseras. Son finas, pero elegantes.

– ¿Qué te ha ocurrido hoy para que estés todo el tiempo queriendo arreglarme como si fuese a una cita? ¿Me estás ocultando algo?

Ale sonrió y volvió a incorporarse a la carretera. No me contestó nada, y eso me atacó los nervios.

– ¿Es que no piensas hablar? – Pregunté, enojada, ante su actitud.

– Sinceramente, no lo sé pero nunca se sabe lo que te puedes encontrar a la vuelta de la esquina. – Sonrió, sin mirarme directamente. 

– Espero que esto no sea una trampa, porque me marcharé inmediatamente. – Le dije, un tanto molesta.

Ale no dijo nada más. Minutos después llegamos a la boutique aparcamos en un reservado para los clientes. Cuando entramos, Ale habló con la recepcionista y ésta a la dependienta con la que teníamos la cita.

El local, en todo su conjunto, era muy elegante. Nos llevaron hasta la sala. Había un cómodo sofá, en el que me senté, y un vestidor. Ale se ocultó tras unas cortinas y comenzó a quitarse la ropa. La dependienta, mientras tanto, acercó el vestido que habían terminado de arreglarle y se lo ofreció.

Minutos después, salió del probador y me dejó sin palabras. El vestido era espectacular. Ella estaba maravillosa enfundada en ese traje blanco de satén, encaje y pedrería. Le hicieron un recogido improvisado y le pusieron un velo. Me emocioné hasta el punto de tener que excusarme unos minutos y entrar en el baño. Tras encerrarme con llave, me apoyé sobre el lavabo y di rienda suelta a mis lágrimas. Por un instante se me olvidó que estaba maquillada y el rímel comenzó a manchar mis mejillas.

Tuya en la oscuridad (Harry, Zayn & Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora