Capítulo 5

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Aquella  noche,  la  cena  en  casa  de  los  Wellesley  no  fue  nada  divertida.  Daba  igual   que  hubiera conseguido sobrevivir al  resto del  día sin meter la pata;  el  daño ya estaba hecho. Cuando llegué a casa, agotada  tras  toda  una  jornada  de  actividad  académica  y  humillación  pública,  me  encontré  con  un hermano furioso.

—¿En qué estabas pensando? —gritó Dylan.

—Hola a ti también,  hermano  pequeño  —le  dije,  poniendo  énfasis  en  la  palabra  «pequeño»  para fastidiarlo. Es  lo  que  se  espera  de  una  hermana  mayor.  Estaba  ya  tan  enfadado  que  ni  siquiera  reparó en la ofensa.

—¿Qué hacías hablando con Chelsea Halloway? ¿No sabes que está muy por encima de ti?

—¿No  querrás  decir  que  está  muy  por  encima  de  ti,  Dylan?  No  tengo  ningún  interés  en  codearme con  ella. Ahora  bien,  tú  tendrías  que  ir  al   gimnasio  y  conseguir  que  tu  CI  aumentase  en  varios  puntos para encajar. También  te  recomiendo esteroides. Seguro que  tu  futuro mejor  amigo  Alex Thompson  te puede conseguir una receta.

—¡Alex  Thompson  no  usa  esteroides!  —chilló  a  la  defensiva—. Y  no  me  fastidies.  Tus  actos  me repercuten. Así que  limítate  a  relacionarte  con  Jane  y  Corey,  ¿vale?  Deja  la  popularidad  para  las personas que son capaces de formular frases completas en público.  Y  por el  amor de Dios, ¡no vuelvas a empujar a ningún jugador de fútbol!

Vale,  reconozco  que  me  dolió.  Recibir  una  bronca  de  tu  hermano  pequeño  porque  tu  vida  social  es un fracaso resulta de lo más humillante.

—¿Y cómo te has enterado? —pregunté fingiendo que todo aquel  asunto no me afectaba.

Me miró asqueado.

—Estás de broma, ¿verdad? Cada vez que te pones en ridículo recibo un mensaje de texto. ¿Tienes idea  de  lo  cara  que  me  sales?  Le  pago  a  mamá  quince  pavos  al   mes  para  poder  enviar  mensajes  sin límite, todo por tu culpa.

—Lo  haces  para  poder  comentar  con  tus  amiguitos  las  minifaldas  de  Chelsea  Halloway .  Y   no tienes  ni la  más  mínima  posibilidad  con  ella  —le  revolví   el   pelo—.  Me  parece  que  los  niñatos  no  le  interesan. La secundaria no es precisamente lo que más le atrae.

Me apartó la mano y me asesinó con la mirada.

—Tengo más posibilidades con ella que tú con Logan Beckett .

Asentí.

—Tienes  toda  la  razón.  Pero  hay  una  pequeña  diferencia:  a  mí   no  me  interesa  Logan  Beckett.  Ni nadie  del   grupo  de  los  populares —salvo  Patrick,  pero  mi   hermano  pequeño  no  tenía  por  qué  saberlo —. De manera que puedo ponerme en ridículo, o ponerte a ti, cuando me venga en gana.

Dylan me miró horrorizado.

—No digas ni  una palabra de mí, ¿entiendes? ¡Ni  una palabra!

Mi   madre  escogió  aquel   momento  para  entrar  en  la  sala.  Nuestros  gritos  (bueno,  más  bien  los  de Dylan) la habían alertado.

—¿Qué  pasa  aquí?  —preguntó  con  inseguridad,  como  si   en  realidad  no  quisiera  saberlo.  A  decir verdad, seguramente no quería.

—Nada  nuevo.  Mackenzie  se  ha  puesto  en  ridículo  en  público.  Otra  vez.  ¿No  puedes  hacer  que pare o enviarla a alguna parte? ¿O algo?

Un desafortunado Pero Maravilloso IncidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora