—Dios mío, soy idiota —le dije a Logan mientras me bamboleaba en el asiento. El mundo daba vueltas a mi alrededor.
—No, no lo eres —Logan hizo tamborilear los dedos sobre el volante—. Por lo general.
—Te equivocas. Soy idiota. Soy rematadamente idiota, solo que se me da bien ocultarlo —alargué el cuello para mirarlo—. ¿Lo sabías?
—No. Debes de haberme engañado.
Me senté más erguida.
—¿De verdad? ¿Sí? Porque tú eres —lo pensé un momento— un tío duro. Cuando te quedas mirando a alguien pones esta cara —imité su expresión—. Como si tuvieras Rayos X en los ojos.
—Rayos X —repitió, y me pareció que intentaba contener la risa.
—¡Sí! Como si pudieras leer el pensamiento. Aunque a veces te portas como un bobo también, no te ofendas —apreté la nariz contra la ventanilla y disfruté del frescor del cristal—. ¿Cuándo parará el mundo de dar vueltas?
—Pronto. Así que a veces me porto como un bobo.
—Pues sí. Pero solo con las chicas, o eso creo. Por lo demás eres muy listo. La tonta soy yo.
—Ya lo has mencionado.
—Vale. Perdona si me repito. ¿Por qué habré bebido tanto? Ha sido una tontería —me retorcí bajo el cinturón de seguridad para poder mirar a Logan—. Y yo soy muy responsable. Mackenzie
Wellesley nunca hace cosas así. Es demasiado lista como para beber chupitos de tequila en una fiesta. Mala decisión.
—No seas tan dura contigo misma, Mack. ¿Y a qué te refieres cuando dices que soy tonto con las chicas?
—Pues mira, para empezar, te gusta Chelsea Halloway. Hay que ser un poco tonto.
—Sí.
No supe si lo había dicho en tono de pregunta o de afirmación.
—O eso, o te gustan sus tetas —dije con una risilla—. Será mejor que me calle.
—Oh, no, por favor. Dime lo que piensas.
—Bueno, pues algún día tendréis hijos populares. Seguramente disfrutarán de excelentes sistemas inmunológicos, lo cual ayuda —notaba la mirada intensa de Logan fija en mí—. También es posible que los hijos os salgan calculadores, competitivos y crueles De modo que ahí lo tienes —me retrepé en el asiento, pero la sensación de mareo fue aún más intensa—. Calculadores, competitivos y crueles —repetí—. Bueno, aún soy capaz de apreciar una buena aliteración. Esto me hace inteligente, ¿no?
—Claro.
—Solo tengo que mejorar mis habilidades sociales. Aunque la gente se ha divertido conmigo esta noche —le tiré de la manga y noté el tacto del algodón puro entre los dedos—. ¿Lo has visto?
—Sí —dijo. Los dedos se le crisparon en el volante—. Me he dado cuenta.
Me incliné hacia él para cuchichearle:
—Creo que ha sido el vestido.
Me miró un instante mientras aguardaba a que cambiara el semáforo, pero fue suficiente para que se me acelerara el pulso.
—Es un vestido alucinante, Mack.
—Gracias. El sujetador es muy mono también. ¿Lo ves?
Me aparté el tirante para dejar a la vista la tela del sujetador. Me pareció que el coche daba un bandazo, pero puede que fuera yo.