Capitulo 30

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Logan Beckett no intentó aprovecharse de mí. Me prestó un pantalón de chándal y una camiseta y abandonó el dormitorio mientras me cambiaba. Luego volvió a salir, cuando me di cuenta de que me había puesto la camiseta al revés. Aunque quizás no debería haberlo hecho porque, aprovechando su ausencia, me metí en su cama y había caído en una especie de coma cuando llamó a la puerta para saber si estaba lista.

—Entra —murmuré—. Ah, hola. Tu cama es muy cómoda. Me gusta.

—Me alegro de que la apruebes. Ahora sal y te llevaré a la habitación de invitados.

Cogí la almohada con más fuerza.

—Ni hablar.

Suspiró y dejó la ensaladera junto al lecho.

—Bien. Si te entran náuseas, usa esto —rebuscó por su habitación hasta encontrar una botella de

agua y la colocó al lado del cuenco—. Deberías seguir bebiendo. Te veo por la mañana.

—Oye —le pregunté—. ¿Adónde vas?

—A la habitación de invitados.

—Pero —farfullé— no puedes. Tienes que quedarte aquí conmigo para asegurarte de que no me muera.

—Dudo mucho que eso vaya a pasar.

—Pues tal y como me siento, no sería tan raro —era verdad. Me sentía como si hubiera contraído una enfermedad terrible, como escorbuto o malaria—. Di unas palmaditas a la cama hasta que se sentó poco convencido—. Será como dormir con Corey.

—Ya. Solo que yo no soy gay.

—Pero mira, no pasa nada, porque yo no te gusto de ese modo. Y no vas a besarme. Yo te dejaría.

Hasta puede que me gustase. Pero no lo harás —tiré de él para hacerle caer sobre las mantas. Aterrizó tan cerca que podríamos habernos besado—. Cuéntame un secreto.

—¿Por qué no te callas y duermes?

—No. Soy muy mandona. Cuéntame un secreto.

—¿Aparte de la dislexia?

Resoplé contra la almohada.

—Apuesto a que un montón de gente sabe eso.

—Pues perderías. No voy pregonando por ahí mis «necesidades especiales».

Le di un toque con el hombro.

—De todas formas no vale. Cuéntame un secreto.

Se echó a reír, pero de repente se puso serio.

—Yo —se interrumpió—. No te entiendo.

—Ese tampoco cuenta.

—Vale. Pues aquel día en el Starbucks, cuando te vi mirar a Patrick como, no sé, como si acabara de marcar un hat trick.

—¿Un qué?

—Tres goles en un partido. Da igual, no me gustó.

—¿Porque querías ser tú el del hat trick?

Logan sonrió, y sentí deseos de apartarle el flequillo para comprobar si tenía los ojos azules o más bien tirando a grises. De todas formas no habría podido averiguarlo, porque veía doble.

—No exactamente —parecía divertido cuando se inclinó hacia mí y susurró—: Ni siquiera es un secreto. Tú eres la única que aún no lo ha adivinado.

Debí de desmayarme. Cuando volví a abrir los ojos, estaba sola y muy confusa. Despertarme en una cama extraña llevando la ropa de otra persona no era algo que yo hiciese a diario. Me senté despacio. Tenía la cabeza como un bombo mientras observaba la habitación con mirada empañada. La noche anterior me había sentido demasiado agotada como para observar nada.

Un desafortunado Pero Maravilloso IncidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora