Capitulo 37

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Apenas me había repuesto de la emoción cuando Tim, Chris y Dominic salieron al escenario y se prepararon para tocar. Junto a Tim aguardaba un micro desocupado. Lo que era una locura, pues le había dicho la verdad a Ellen: tengo una voz suave y agradable. Hago hincapié en lo de «suave». Jamás me escogerían para participar en La Voz.

—¿Nerviosa? —me preguntó Ellen, aunque la respuesta saltaba a la vista.

—Pues aterrorizada más bien.

—Lo vas a hacer muy bien.

Necesitaba oírla decir aquello más de lo que estaba dispuesta a admitir.

—Te agradezco muchísimo todo esto —le dije, señalando el portátil con un gesto—. Me parece bastante surrealista pero gracias —me pasé la mano por el pelo y recé para no haber estropeado el peinado que Michael se había tomado tantas molestias en crear—. Es que nunca antes había sido el centro de atención. ¡No es lo mío! Siempre he sido la típica chica cortada en la que nadie repara salvo cuando necesitan ayuda con los deberes. Y ahora le estoy contando mi vida a todo el país y voy a cantar con un famoso grupo de rock. ¡Es una locura!

Ellen me escuchó. Creo que por eso es tan buena en su profesión. Escucha de verdad.

—No tienes que ser nadie salvo tú misma.

Ahogué un gemido.

—¡Ya lo sé! O sea, eso me dice todo el mundo. Pero no es tan fácil, ¿sabes? Porque, ¿y si resulta que soy aburrida? Se encogió de hombros.

—¿Tú crees que eres aburrida?

Me reí y miré hacia el micro.

—No en este momento.

—Entonces no creo que tengas que preocuparte. A mí me pareces la mar de interesante. Lo vas a hacer muy bien.

—Ellen, empezamos en cinco, cuatro, tres, dos —anunció un cámara de viva voz.

—Hola, aquí estamos de vuelta con Mackenzie Wellesley y ReadySet. ¿Estás lista, Mackenzie?

Sonreí.

—Me parece que sí.

Y por primera vez en dos semanas, me sentí segura de lo que decía. Había ensayado en el autobús con los chicos durante horas. Si cantara fatal, me lo habrían dicho. De modo que ocupé mi lugar antes de que Tim asintiera en mi dirección.

El grupo empezó a tocar y yo me metí a fondo en la canción. Nos salió aún mejor que en el Rose Garden de Portland. En parte, porque en esta ocasión sabía muy bien lo que quería Tim; me lo había machacado una y otra vez en el autocar. Aún notaba el revuelo de la adrenalina y el pánico en mi cuerpo, pero los aplasté. Una parte de mí no paraba de decir: ¡Esta es tu primera y última actuación a lo grande, Mackenzie! ¡Hazlo bien!

Me dejé llevar por la música. Clavé los ojos en Corey, que seguía entre el público, y canté de todo corazón, como si estuviera en mi dormitorio. Lo mejor de cantar es que, cuando lo estás haciendo, nadie espera que bailes. Así que Tim y yo nos empleamos a fondo en la parte vocal y yo actué con lo que Corey llamaría «actitud». Fue como si mi propia Sasha Fierce hubiera surgido y se hubiera hecho cargo de todo. Solo que yo me sentía bien. Más que eso, me sentía valiente.

La canción llegó a su fin casi tan rápidamente como había empezado. Nos sacaron a toda prisa del escenario antes de que Ellen se dispusiera a entrevistar a una estrella de primera fila (creo que era Robert Pattinson promocionando su última película). Y me dio igual, porque nada más llegar a los bastidores fui engullida por un gran abrazo colectivo. Tim no dejaba de gritar:

Un desafortunado Pero Maravilloso IncidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora