capitulo 9

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A partir de aquel momento,  todo se descontroló.  Mi madre nos encontró  sentados en el suelo

cuando  fue  a  avisarnos de que  la  cena estaba  lista. Hacíamos caso  omiso del  teléfono, que  no paraba de sonar. Ella quiso cogerlo, pero Dylan la detuvo, se la llevó aparte y le explicó la situación. Todo era tan  absurdo,  tan  improbable,  que  de  no  haber  visto  mi   cara  de  muerto  viviente  no  se  lo  habría  creído. Yo seguía sin poder pensar con claridad. Al  parecer, me había hecho famosa.

No  quería  moverme.  Nunca  más.  No  quería  comer,  ni  dormir,  ni   respirar.  Por  desgracia,  sabía  que no  me  podía  quedar en el  baño para  siempre;   no  sin  causarle  a  mi   madre  una  gran  preocupación,  y  la pobre  ya  tenía  bastantes  problemas.  De  modo  que  me  senté  con  ellos  a  la  mesa,  comí   unos  cuantos espaguetis chinos y fingí que me encontraba  bien.  Luego  caminé  como  pude  hasta  mi   habitación,  me quité los zapatos y me metí  en la cama completamente vestida.

Al día siguiente,  no  grité  cuando  la  realidad  me  asaltó  de  pronto.  Opté  por  fingir  que  nada  había pasado. Me vestí  como siempre, con los vaqueros, las Converse negras y una cami seta marrón. Me iba a  comportar  con  absoluta  normalidad.  Aquello  duró  hasta  que  subí al  autocar  y  encontré  a  Corey  a bordo,  esperándome.  Al instante  me  sentí  culpable de no  haber  contestado  las  llamadas  del   móvil  la noche  anterior,  que  era  lo  único  que  podía  impulsar  a  Corey  a  acercarse  a  menos  de  cinco  metros  del autocar. Desde que había aprendido a conduci r, evitaba al  máximo el  transporte públ ico.

—¿Por qué no me llamaste? —me reprochó—. ¿Estabas demasiado ocupada ofreciendo entrevistas y haciéndote FAMOSA?

Ojalá no hubiera gritado aquella última parte.

—¿Qué entrevistas? —le pregunté.

—Mackenzie, en  AOL  no hablan de otra cosa.  Algo de que, según tú, no te pareces en nada a Susan Boyle.  Lo  leí por  encima.  También  eres  tema  del   día  en  Facebook,  Twitter  y  YouTube.  Los  Estados Unidos al  completo han visto el  vídeo. A mi  abuela le pareció divertidísimo.

Me hundí  en el  asiento.

—Genial .

—Pero  no hablábamos  de  eso— prosiguió Corey  en  un  tono  exasperado—.  ¿Por  qué  no  me

llamaste?

—Porque me gustaría que nada de esto estuviera ocurriendo.

Corey procesó la información y asintió.

—Ya. Supongo que todo eso de pasar desapercibida acaba de irse a la porra.

Jane subió al  autocar y me tendió una gorra.

—Toma  —me la  puso  en  la  cabeza—.  Nadie  se  fija  en  la  gente  que  lleva  vaqueros  y  una  gorra  de UCLA. A lo mejor ayuda.

—¿Ayuda a qué? —preguntó Corey.

—A  que  nadie  la  vea  —me di cuenta  de  que  quería  añadir  «¿A qué si no?»,  pero  se  contuvo, porque ¿quién dice esa frase hoy día?

—¿Y por qué tiene que esconderse?

Jane y yo nos quedamos mirando a Corey como si  no diéramos crédito a su pregunta.

—Muy  bien,  escuchadme  las  dos  —siguió  diciendo  nuestro  amigo—.  Ya  sé  que  Mackenzie  está acostumbrada a ser invisible, pero ¿y si no lo fuera? ¿Y si  utilizara todo esto en beneficio propio?

Un desafortunado Pero Maravilloso IncidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora